Ibarretxe y el perejil

CAGÜENDIEZ", habrá dicho Ibarretxe. Para una vez que tenía aseguradas las portadas, tertulias y editoriales de la Brunete Mediática, van los moros e invaden la isla del Perejil. El Lehendakari habrá llamado a la cocina de Arguiñano: «Oye, Karlos, ¿qué coño es eso de la isla del Perejil?» Y Arguiñano tampoco lo sabía, pero un inmenso, un acongojante ejército de una decena de marroquíes han tomado la isla. El pobre, aunque imperial, Ibarretxe no tiene suerte propagandística en su andanada al Estado. Cuando lanzó la primera fase de su ultimátum, Aznar declaró la crisis, y a los periódicos les entró la erótica del poder. La Brunete Mediática, seguramente manejada por Moncloa y el centralismo, prefirió mostrar ministros en primera página, y pasó la autodeterminación vasca casi a la página de esquelas. Cagüendiez. Y ahora, cuando llevó el ultimátum al parlamento, a Marruecos no se le ocurre otra cosa que invadir un pedrusco que ningún español sabía que era español. No puede ser que la bravata vasca tenga menos importancia que la gamberrada de Marruecos. Cagüendiez, parece que hay más patria en el Perejil que en Euskadi. Y, por si fuera poco, Gran Bretaña y sus hijos declaran que están dispuestos a compartir con España la soberanía de Gibraltar. Definitivamente, ¡pobre Ibarretxe! Venga a soñar con colocar ikurriñas en el tejado de los hospitales de la Seguridad Social, y Aznar conseguirá colocar la rojigualda en el Peñón de Gibraltar. Es que este Aznar es un imperialista: manda una patrulla a vigilar el Perejil, envía patrulleras a controlar las Chafarinas, recibirá honores militares en Gibraltar. Y lo peor, lo que más tiene que herir a Ibarretxe: ante ese islote de rocas y lagartos, la Unión Europea y la OTAN dicen que es un «problema bilateral». En cambio, ante la cuestión vasca, siempre dicen que es un problema español. Cagüendiez.