Diario de León
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Federico Abascal
León

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EL alba y con fuerte viento de Levante», según precisó el ministro español de Defensa, el islote del Perejil volvió ayer a su statu quo anterior. «Diseñamos una misión de operaciones especiales», dijo Trillo a la comisión mixta Defensa/Exteriores del Congreso, bajo tres condicionantes: factor sorpresa, garantía de éxito inmediato y desarrollo «limpio» de las acciones, es decir, sin bajas. Se estudió la reocupación militar del Perejil por si los esfuerzos de la diplomacia española entraban en vía muerta, como entraron ya ostensiblemente anteanoche, tras las dos últimas conversaciones de la ministra Ana de Palacio con su colega marroquí Benaissa. Ordenó Aznar que se iniciase la operación militar cuando el Gobierno había obtenido el apoyo casi unánime del Congreso de los Diputados, para «restaurar la legitimidad internacional y el restablecimiento del statu quo anterior a los hechos». Algunos diputados del Grupo Mixto creían ayer que su apoyo se limitaba al esfuerzo diplomático y no a iniciativas militares. El texto de la resolución parlamentaria es, sin embargo, claro y abierto a las medidas que el Gobierno pudiera considerar oportunas, como depositar al alba en el islote una veintena de infantes de marina aerotransportados desde su base en Alicante. Los seis soldados marroquíes desarmados fueron devueltos a Marruecos, tras reconocimiento médico y desayuno, el mismo trato que se hubiera dispensado a unos intrusos. Ha meditado el Gobierno marroquí durante horas su primera reacción, que exigía la inmediata retirada española de la isla y una intervención de la OTAN. La OTAN, sin embargo, no se había inclinado en esta ocasión hacia Marruecos, pero su mediación en el contencioso entre Madrid y Rabat podría resultar positiva. El Gobierno marroquí se ha sentido humillado, tanto por la reacción española, que no esperaba, como en su proyecto de dar al afincamiento de tropas reales en el islote una proyección internacional, contraria obviamente a España. Empieza ahora una nueva etapa en las relaciones bilaterales, que deberían normalizarse tanto mediante un esfuerzo bilateral como multilateral, por el interés que despierta la estabilidad en esa doble franja del Mediterráneo. Y así lo sugirió Zapatero, quien representó al grupo socialista en la comisión de Defensa/Exteriores, por la importancia del hecho que los dos ministros concernidos explicaban. Volvía, así, Marruecos a influir en la política interior española, como en los dos últimos siglos, y seguirá influyendo, pues la vuelta de este peñasco a su anterior statu quo no garantiza, ni mucho menos, que Madrid y Rabat recuperen la normalidad. Se avecinan tempestades de diverso calibre en las relaciones hispano-marroquíes.

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