Diario de León
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UNQUE la comunicación humana se realiza a través de malentendidos, por el distinto significado que los interlocutores suelen dar a las palabras que manejan, el diálogo es imprescindible en las relaciones sociales. Resulta, sin embargo, difícil de reanudar cuando se ha interrumpido o se ha roto, por lo que el esfuerzo que realizan ahora dos nuevos ministros, Arenas y Zaplana, para dialogar, respectivamente, con los presidentes autonómicos -léase Ibarretxe- y los sindicatos parece estrellarse contra la incomunicación del pasado reciente, que habría encallecido en cierta medida los recelos de las partes. El Gobierno ha lanzado una ofensiva de diálogo, y mientras Arenas telefoneaba anteayer al lehendakari para concertar una cita y charlar de las transferencias pendientes, y en especial de las que podría haber asumido ya el País Vasco, y no ha querido hacerlo, Zaplana recibía a Méndez y Fidalgo, muy amoscados, asegurándoles que el decretazo no va a retirarse, lo que no impidió que la reunión se alargase dos horas, un tiempo suficiente para abrir alguna vía de comunicación, si no de entendimiento. Pensaba Arenas seguir telefoneando a Ibarretxe para una cita, pero no le ha hecho falta porque ayer mismo recibió carta del lehendakari, en la que éste, como si no quisiera perder el tiempo, le pide al ministro que exprese «públicamente» su compromiso con el cumplimiento del Estatuto de Gernika y que precise cómo piensa cumplir el mandato aprobado el pasado día 12, viernes, por el parlamento vasco para completar las transferencias pendientes, «tras 23 años de incumplimientos». La carta de Ibarretxe a Arenas parece un interrogatorio para comprobar si el ministro se arrepiente de la política que ha venido realizando últimamente el Gobierno del PP hacia el País Vasco. No parece, sin embargo, que Arenas sea hombre de arrepentimiento fácil, sobre todo si no ve motivos para ello, y de lo dicho por el presidente Aznar durante el reciente debate sobre el estado de la Nación, respecto a la situación sociopolítica vasca, no se deduce que Arenas deba mostrarse compungido ante el lehendakari ni aceptar, como condiciones previas al diálogo con Ibarretxe sobre las competencias transferibles, respuestas a unas preguntas de fuerte tono acusatorio. Pero si reanudar el diálogo roto es difícil, seguir renunciando a él parece irresponsable. Y después de su carta condicionante a Arenas, la irresponsabilidad de la incomunicación estaría cayendo ahora del lado de Ibarretxe.

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