Convicciones

ACABO de descubrir que no soy hombre de convicciones, y mucho menos de convicciones profundas. Ello me convierte en admirador de Gaspar Llamazares, que sabe perfectamente que lo que había que hacer ante la crisis provocada (perdón) por Marruecos era mirar para otro lado. Para compensar, envidio también a ese patriotero que llama a una emisora de radio y dice con ardoroso entusiasmo que hay que aprovechar el Perejil para invadir Marruecos. Es muy desolador no poseer convicciones profundas, pero resulta todavía más molesto vivir esa circunstancia en un país repleto de personas que saben absolutamente y en todo momento lo que hay que hacer. Leo los periódicos y observo que cualquiera de mis colegas conoce perfectamente lo que tendría que hacer el presidente del Gobierno. A lo mejor es que andamos todos ocupados en lo que no nos corresponde, y Aznar debería trabajar en un periódico, y el taxista de ayer debería ser el alcalde, y Gaspar Llamazares ministro de Asuntos Exteriores, con lo que seguro que las relaciones con Fidel Castro iban a ir como una seda. Lo que sí he pensado es que si la decisión que ha tomado España ante el conflicto la hubiera llevado a cabo Gran Bretaña o Francia creo que hubieran existido menos reticencias y menos críticas, menos matices, menos flecos a estudiar, menos aprensiones. Pero como, repito, tampoco en este asunto poseo una convicción profunda temo equivocarme. Por eso admiro a los tipos que se manifiestan sin miedo a la equivocación. Pongamos que hablo de Llamazares. | 18-Jul-2002 12:35:02 ( OTR/PRESS) 07/18/12-35/02