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Publicado por
León

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YA sucedió. Mohamed VI ha proclamado el derecho de su nación a la integridad territorial. Dicho en el lenguaje que nos duele, ha pedido "el fin de la ocupación española" de Ceuta y Melila. Esta es la cuestión que cae sobre el gobierno español en víspera de vacaciones. Mientras aquí saboreábamos el «triunfo heroico» de Perejil, Mohamed preparaba la revancha y construía el discurso que su país reclamaba: el de la unión nacional. Para España, ha tocado un tabú. La soberanía sobre las dos ciudades no es discutible. El discurso oficial siempre ha proclamado su «españolidad». Se acaban de prometer fuertes inversiones como garantía. Y todo ello, acompañado por un coro españolista que predica que éste es el momento de un viaje de los Reyes, o que Perejil es el ejemplo de cómo se deben defender Ceuta y Melilla. Mohamed se ha equivocado. Plantear su reclamación en discurso a la nación es provocar la máxima tensión. ¿Qué puede hacer España? Primero, preguntarle a Bush si Mohamed está solo. Temo que no. Segundo, no responder con la provocación ni el menosprecio, a los que son dados tantos líderes de opinión en este país. Ese es el peor sistema de afrontar nuestro más grave conflicto exterior. Y tercero, tomar lo único bueno que tiene el mensaje real: la puerta que deja abierta al diálogo. España no puede ceder. Pero tampoco puede envolverse en la bandera nacional como si nada hubiese ocurrido y desconocer que ha sucedido lo más temido en relaciones exteriores. La grandeza de este momento consiste en recoger ese guante del diálogo y conducir el nuevo escenario por sendas de paz. No se puede responder afirmativamente a un desafío planteado así. Pero hay que hablar. Lo que no se puede hacer -y temo que se hará- es descalificar y humillar otra vez al demandante. Eso sólo conduce a escenarios peores. Si caben.