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Publicado por
León

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CONCLUYÓ el último Consejo de Ministros del curso político. Aznar marchó a descansar en Menorca, descanso, te dicen voces oficiosas y obsequiosas, interrumpido no sólo por las ideas y venidas a y de Marivent, sino también por los preparativos de «la boda del 5 de septiembre», que, como todos saben, unirá a la hija del presidente con Alejandro Agag. El paro disminuye, la Bolsa no sube pero, en fin, tampoco baja demasiado últimamente, ETA está callada no se sabe bien por qué designio, Arzalluz, también está callado (en este cuarto de hora), los periódicos se quejan de que no hay noticias suficientes. Bien. Todo parece ir bien en este aún inicio del mes de agosto, en el que tres cuartas partes del país alegre y confiado están de vacaciones y los otros, están tan campantes medio sesteando. El país alegre y confiado apenas se sobresalta un poco porque los cadáveres africanos tirados en las playas propias siempre acongojan el alma de las buenas gentes. Se le echa la culpa a Marruecos -que, por cierto, la tiene en muy alto grado- y así nos tranquilizamos. Claro que no se trata ahora, comenzando por el contencioso con Marruecos, de aguar la fiesta a nadie, cuando aún ni los más feroces columnistas encuentran materia para ensañarse y sí encuentran, en cambio, muchos datos para el aburrimiento. Pero lo cierto es que el Gobierno se despidió ayer, tras el Consejo, sabiendo que el otoño puede ser muy caliente en varios órdenes. Y sabiendo también, y constatando en privado, que existe una grave inquietud nacional sobre la mesa, como hace dos días nos recordaba el último sondeo del CIS: la inseguridad ciudadana. A las autoridades no suele gustarles que se hable de un tema como el de la inseguridad, que, sin embargo, está presente en los hogares y en las conversaciones de las noches agosteñas bajo las estrellas. Figúrese usted si esta cuestión estará presente en los hogares españoles que ni más ni memnos que un treinta por ciento más de estos han contratado, este mes de julio, y en Madrid y alrededores (es de donde tengo datos, no oficiales por supuesto), las alarmas de las compañías privadas de seguridad. Que, por cierto, están, literalmente y sin juegos de palabras que valgan, haciendo su agosto este año. ¿Son nacionales o inmigrantes los delincuentes que entran en los domicilios, maniatan a las familias, en ocasiones tras propinarles algún golpe y haber proferido alguna amenaza, y les roban, en alguna ocasión que conozco tras haber obligado a las víctimas a ver cómo los ladrones se bañaban tranquilamente en la piscina del chalé? ¿Importa verdaderamente que se trate de colombianos, montenegrinos o españoles? Lo realmente alarmante es que los casos denunciables se multiplican y la alarma ciudadana crece. Puede ser el gran cáncer de este verano, oficialmente tan apacible, en el que ya estamos inmersos.