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Publicado por
León

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EL Broncas es un espécimen humano que florece mucho más en verano, porque El Broncas está irritado durante todo el año, pero con la llegada del calor su enfado consuetudinario aumenta de manera considerable. Sociólogos y psicólogos, e incluso veteranos policías, han intentado establecer alguna regla entre la ampliación de la irritación y la temperatura, sin que existan resultados empíricos. Es un tremendo error creer que El Broncas es siempre el que conduce una furgoneta o un taxi, está de guarda jurado en una puerta o realiza labores subalternas. Hay Broncas que pueden ser ministros de Asuntos Exteriores u ocupar cargos de responsabilidad en una autonomía o en cualquier asociación. Entonces, cuando el Broncas actúa, las consecuencias no son una discusión de tráfico, sino que puede haber graves derivaciones, a las que hay que estar atentos en cuanto se acerca el verano. Naturalmente, el Broncas no admite que lo sea, y está convencido de que sus manifestaciones son siempre una respuesta al aguijoneo malintencionado de los demás, porque todo Broncas piensa que hay una conspiración universal que comienza más o menos en Nueva Zelanda y concluye en Calatayud, destinada a provocarle. En un informe burocrático de 1940, en Alemania, se explica el linchamiento de un judío porque había salido del ghetto, «lo que constituyó una provocación». Ante semejante provocación, los honestos ciudadanos alemanes no tuvieron más remedio que quitarle la vida, y estoy convencido de que si el judío no hubiera salido del ghetto podría haber muerto más tarde en un horno crematorio o en una cámara de gas. Hace poco algún cura, algún profesor, ante las amenazas recibidas, ha optado por pedir escolta o marcharse de su país, de su País Vasco. Y, enseguida, El Broncas ha aparecido diciendo que eso de marcharse o de llamar la atención con escoltas es una provocación.