Memoria

CONSTRUYERON en el monte el refugio imaginado en el que se fueron consumiendo los últimos rescoldos de la utopía democrática cuando apenas había empezado a prender la hoguera del proyecto republicano. Tardaron casi diez años en saber que habían sido derrotados, que ninguna potencia occidental iba a perder el tiempo en ayudarles a derrocar al que era ya un aliado frente al nuevo enemigo. Algunos tardaron más. Otros murieron entre brezos sin siquiera sospecharlo. Hubo quien resistió hasta bien entrados los sesenta, cuando las historias de guerra habían sido hábilmente sepultadas bajo las letras del seiscientos. Los que quedan, mendigan un poco de dignidad y son pasto de historiadores curiosos y creadores a la búsqueda de nuevos filones temáticos. Primero en Ponferrada y luego en León, se ha presentando estos días la película La guerrilla de la memoria, un trabajo producido por Armendáriz y dirigido por Javier Corcuera que se ha hecho un hueco en el momento dulce que parece haber vuelto para el documental español, apoyado en magníficos títulos como En construcción o Asaltar los cielos. El filme de Corcuera es una desnuda reconstrucción periodística de la guerrilla antifranquista que, sin ningún artificio, se limita a escarbar en la memoria de los supervivientes, suficientemente atractiva por sí sola como para conseguir un resultado final notable y a veces estremecedor, como en los planos que recogen la mirada acuosa de Emilia Girón. La presencia de un buen número de testimonios de guerrilleros y enlaces bercianos dotan a la película de un mayor atractivo comarcal.