Diario de León

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Cantabria frente a Vizcaya

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SE ha abierto un conflicto fronterizo entre Cantabria y Vizcaya, y aunque el asunto acabe dirimiéndose en los juzgados, por lo que no es de esperar que llegue el agua al río, el Gobierno de Santander se ha puesto en guardia y al ataque. Ataque epistolar, al menos por el momento. Por ahora se disparan, de un lado, cartas de protesta y, del otro, justificaciones históricas, como es habitual por parte del nacionalismo vasco. El nacionalismo cántabro, que es nítidamente españolista, se siente herido porque la Diputación Foral de Vizcaya ha difundido un mapa que absorbe el territorio cántabro más oriental, sugiriendo que es vizcaíno. Y aunque se trata de un mapa para fomentar el turismo vasco, Cantabria se opone a ceder a la provincia vecina Laredo, Castro Urdiales, Santoña (con su penal del Dueso), Ramales o Limpias, por citar sólo algunos de los enclaves absorbidos. Viene de lejos este asunto, del pasado enero, cuando la Consejería cántabra de Turismo se enteró del espacio territorial que le sustraía Vizcaya. A la inmediata protesta de Santander respondió la diputación foral aduciendo que el mapa en cuestión carecía de fronteras y de límite políticos, pues sólo pretendía reflejar las Encartaciones antiguas. Buscando en el baúl de la Historia pueden encontrarse sorpresas increíbles y, a veces, lamentablemente dramáticas, sobre todo si además se someten a manipulaciones políticas, tan consolidadas en un sector del nacionalismo vasco. Afortunadamente, este contencioso fronterizo no parece tener, por parte de las autoridades vizcaínas, segundas intenciones, pero la susceptibilidad cántabra estaría justificada por la vecindad directa con un independentismo vasco que pretende extender la llamada Euskalherria, como alentado por un imperialismo nacionalista, no sólo a Navarra sino más allá de los Pirineos. No se marcan fronteras en el mapa turístico de Vizcaya, pero se muestran zonas cántabras como si fueran suyas, y ningún derecho histórico, ni siquiera el dormido recuerdo de las Encartaciones ni, mucho menos, la realidad política justifican esa arbitrariedad cartográfica. Ante la difusión creciente del mapa en cuestión, el Gobierno cántabro envió una nueva protesta escrita a Vitoria, calificando de descortesía institucional el hecho de que un mapa vizcaíno confunda o ignore, a su favor, las fronteras entre las dos comunidades autónomas. A lo que debe añadirse que en verano el turismo vasco inunda las playas de Castro Urdiales y Laredo, en las que una mayoría aplastante de vizcaínos se dedica en los ratos de ocio a contar chistes de guipuchis, convirtiendo así a los guipuzcoanos en algo parecido a los tontos de Lepe, que de tontos no tienen un pelo.

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