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Publicado por
León

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LA deuda media de los españoles con bancos, cajas y cooperativas de crédito es de 14.532 euros. Tenemos más trampas que una película de Fu Man Chu de aquellas que yo veía de niño en los grandes programas dobles, cuya segunda película también era de Fu Man Chu. Según el Banco de España, entre todos, o sea, unos con otros, nuestras imperdonables deudas -los bancos son de piedra, las cajas son de Pandora y las cooperativas son de las entidades- ascienden a algo más de 601.000 millones de euros. Aunque me está bien el decirlo, debo confesar que no he aportado nada a ese guarismo espeluznante. Me aterran las deudas. Sé que me impedirán dormir las nueve horas que necesito para mantener mi memoria y, sobre todo, para mantenerme en pie o sentado, las restantes. Sé que hago mal no contrayendo deudas, ya que ese es el mejor medio, sino el único, de estar presente en el recuerdo de los demás. ¿Por qué los españoles son tan partidarios de pedir dinero? Quizás por dos cosas: porque no lo tienen y porque se les da. De cualquier modo, la cosa no viene de ahora. Allá por el siglo XVI, fray Antonio de Guevara se lamentaba de que en la corte no considerasen buen ciudadano «sino al que está muy endeudado». Lo que ocurre con las deudas es lo mismo que pasa con las musas: que engordan. Son bulímicas. Cuando uno se da cuenta se han hecho una pelota que no cabe por la puerta de una sucursal bancaria. A muchos compatriotas no les preocupa en absoluto porque saben muy bien que las únicas que se consideran de honor son las del juego. Las otras no lo comprometen y pueden aplazarse una y otra vez hasta la penúltima. He conocido a gente que se ha arruinado por huir de la ruina acudiendo a préstamos. A otros les ha bastado atenerse a su sueldo para permanecer en ella. En cambio, he conocido a muy pocos que se hayan arruinado por una mujer y a ninguna mujer que se haya arruinado por un hombre. «Haz la guerra y no el amor: es más seguro», se lee en algunas camisetas.

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