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Publicado por
León

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EL señor Ángel, de Colmenar de Oreja, está muy mayor para cuidar de Manolo, su burro, que es el último burro que queda en el pueblo. Como el señor Ángel está muy mayor y vive solo y en el pueblo ya no hay burros sino muchos coches y Manolo vive con él, a la antigua, dentro de la casa, al fondo del zaguán, en una especie de alcoba-cuadra muy pequeña y el señor Angel ya no tiene tierras que arar, ni puede sacarle de paseo y el pobre burro se pasa las horas muertas al dondo del zaguán melancólico y entumecido, el señor ángel llamó a Telemadrid para ver si alguien quería adoptarlo porque lo más probable es que a él le manden a una residencia y su burro, Manolo, quedaría abandonado. Al señor Ángel le da lo mismo que a Manolo se lo lleve la duquesa de Alba o cualquier otro adoptante con menos posibles, a condición de que le cuiden y le quieran, pero a mí se me partió el corazón viéndole despedirse de su borrico antes de que se lo llevaran en un camión a una de las fincas andaluzas, Córdoba creo, de la Casa de Alba. El señor Ángel mostró, despidiéndosé de su burro, lo que su mucha rusticidad había mantenido hasta ese instante en secreto: un corazón sensible, generoso y fino. Besó a su burro, se abrazó a él, derramó lágrimas sobre su lomo, acarició sus orejas y recitó entre sollozos, para quien quisiera oírle, sus cualidades maravillosas. «¡No hay una cosa igual en el mundo!, no existe criatura, ni humano ni pollino, con sus sentimientos y su inteligencia. ¡Cuídenlo bien, que es muy bueno!», clamaba el señor Ángel mientras Colmenar de Oreja se quedaba definiti- vamente con coches y sin burros.