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Publicado por
León

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QUIENES abandonan a su abuela o a su abuelo para irse de veraneo serían incluso capaces de abandonar a su perro. Si pueden verse más animales abandonados que ancianos no es porque su número sea mayor, sino porque se mueven más. Buscan a la persona con la que vivían, que era la razón de su vida. Los viejos, en cambio, se están quietos donde les pongan: en una cuneta, en una gasolinera o en una residencia en la que les han dicho que van a estar mejor que en casa. No caben todos en este último acomodo, que no deja de ser mejor que los otros. Sólo un tres por ciento de los mayores en España podría tener acceso a residencias de ancianos y ninguno si es pobre, ya que la mayoría de los centros son de propiedad privada y esas guarderías finales son caras. La Administración se lava sus sucias manos y a la llamada sociedad del bienestar no le importa que los viejos vivan muy mal: ya están amortizados. La situación ha sido calificada de «escandalosa» por la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología. La benemérita ONG «Solidarios para el Desarrollo» afirma que de los casi siete millones de viejos que vivimos aquí, un millón están solos, pero esa cifra se triplica en agosto, así que hay en este momento más de tres millones de personas a los que su familia considera un estorbo. Las estadísticas aseguran que en verano hay más sexo, más celos y más infidelidades. También hay más veteranos solitarios que no pueden dedicarse a ninguno de esos tres emocionantes pasatiempos, ya que se les ha echado el tiempo encima y no es el momento más propicio para tener a nadie debajo. En cambio, sí lo es para tener al lado a alguien. Un hijo o un nieto que pruebe su excelente memoria acordándose de que ese ancianito en mal uso estuvo inclinado sobre su cuna. Hace sólo unos días aparecieron muertas en sus respectivas casas dos mujeres de 80 y 82 años. Ya van unas setenta durante este alegre mes lleno de ferias y de superpobladas orillas. Cada país tiene sus costumbres y España tiene como suya la de abandonar a sus mayores.

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