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TRIBUNA

El Danubio, Plácido Domingo y el Euro

Publicado por
León

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Ante mí, en racimo, tengo imágenes inquietantes, amenazadoras, desoladoras, las cuales entran en el asordado corazón del hombre frenando su avaricia o arrancándole, al menos, un pequeño son de fratría. Imágenes fluviales que anegan Alemania, Austria, Chequia, Hungría, Eslovaquia..., depositadoras de un lodo de tristeza y silencio en el mejor de los casos. Sí, ríos hermosos como el Elba, el Moldava o el Danubio que campan sobre casas, palacios, monumentos, parques, incluso islas, tal acontece con la Isla Margarita en Budapest, vomitando ferocidad. Ante mí, gravemente, desdichadamente seres humanos que entran en ruina mortal o duradera, de modo que yo que en mi recientísimo arribo de Hungría me había propuesto escribir un artículo sobre el Danubio, Plácido Domingo y el euro en tono un tanto festivo o nada preocupante, ahora me asalta la duda de cometer casi una inmoralidad. Pero es que existe un mar de cercanía en el referido trío fluvial, personal y monetario que se denomina Budapest. Por eso, pese a que se hallan ante mí duras imágenes, como la de un joven que se acerca en canoa a una cabina telefónica en el típico, artístico y muy visitado pueblecito de Szentendre (San Andrés) al norte de Budapest, o la de edificios anegados o derruidos así como la de multitud de budapestinos colocando sacos de arena a ambas orillas del gigante y otrora lento y perezoso Danubio, me adentro en el prenombrado artículo en un intento de regresar a la normalidad o anterioridad más próxima. En consecuencia, consigno de nuevo que entre el Danubio, Plácido Domingo y el euro se da una cercanía muy querida para los españoles, porque he aquí que los tres confluyen en la capital magiar, si bien en el caso del tenor de forma transitoria. Sin embargo, incluso así, reconozco que me ha poseído la emoción al patear una y otra vez la palaciega avenida Andrassy y topármela revestida de carteles que proclamaban la actuación de este español universal en el Teatro de la Ópera el día nueve de agosto, de la misma manera que he entrado en alegría al ver junto a los carteles a él referentes los que publicitaban la actuación del ballet flamenco de Rafael Aguilar para interpretar Bolero en el mismo escenario el once del mes siguiente. Además, la presencia española, turistas aparte, que los hay y muchos, aunque menos que en Praga, en esta capital de tranvías, trolebuses, bicicletas y metro, a la cual también llegó el mítico Casanova para probar sus salutíferas aguas termales y nuevos amoríos, se ha visto acentuada en las fechas de las que vengo hablando por la espectacular exposición fotográfica en los aledaños de la muy concurrida Plaza de los Heróes debida a Yann Arthus-Bertrand, La terre vue du ciel, representada por imágenes de Lanzarote y Mallorca. Y aunque hasta aquí podíamos convenir en que, en efecto, cabe el regocijo, pero no la sorpresa, la última viene ahora, porque mire usted por dónde Budapest de manera sorprendente se llama euro. Y es que son tantas las ganas de los húngaros de entrar a formar parte del grupo de los Quince, algo previsto para el 2004, que junto al florín, su moneda oficial, circula el euro a sus anchas, en detrimento de mister dólar, que no hay más que darse un paseo por la concurrida y peatonal calle Vaci para comprobar cómo los precios figuran en ambas monedas. Es más, cualquiera de los vendedores ambulantes que callejean sin parar y que son de los pocos lugareños que se expresan en español, en un español de mercadear, obviamente, te ofrece sus productos en euros, manejándolos con gran destreza y satisfacción, actitud bien distinta a nosotros, recelosos con tan flamante moneda, suplantadora, o mejor, aniquiladora de nuestra peseta. Y mientras cuanto antecede sucedía, en parte sucede aún, hace pocos días en Budapest, aquí, en León, acontecía y prosigue aconteciendo que los habitantes de la Plaza del Grano levantan su voz en busca de un indulto para la simbólica y porticada casa ubicada en dicha plaza, y no sólo ellos, agrupados en plataforma vecinal a cuyo frente marcha en calidad de portavoz la eficaz, combativa y de pausada palabra María Beirán, sino muchos otros capitalinos o de circundos más o menos próximos, amén de otras autonomías, según ocurre con la escritora Ángeles Caso. Que vamos, que la casa está que arde, máxime ahora que por ensalmo se ha venido abajo un muro lateral del habitado número tres de la calle Herreros, lo que me lleva a formular la doble pregunta: ¿Trabajará y después de qué el olvido?

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