Diario de León

Fiestas de los pueblos y discotecas móviles Fiestas de los pueblos y discotecas móviles

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La fiesta en los pueblos marca la fecha en torno a la cual gira el calendario. Todo un tiempo de esperanza, para volver al reencuentro con los seres querido, que la diáspora del trabajo los ha catapultado lejos del hogar, de la tierra madre que los vio nacer. La fiesta es un tiempo de alegría, de felicidad por ese poder volver a saludar un año más a viejos amigos, a los vecinos y a todos aquellos con los que hemos compartido penas y alegrías. Con la llegada de la fiesta, vuelve la alegría al pueblo, que se manifiesta en el rostro de los niños, pequeños y mayores, por eso la víspera suele ser lo más regocijante de la fiesta: suenan las campanas chillonas y bullangueras. Cohetes y luces de colores inundan el pueblo o la aldea. El pueblo despierta de su largo letargo de sus más de 363 días de rutina y monotonía, de ese silencio que lo embarga todo, que sólo es interrumpido por el canto de un gallo, el ladrar de un perro o el ruido de una motosierra. A medida que la fiesta del pueblo se acerca, sus habitantes sienten la predisposición para la felicidad como decía Gabriel Miró. Poco a poco va aumentando el ruido de los coches que pasan, que se acercan por tu puerta. Las calles se llenan de niños con sus bicicletas, que disfrutan hasta altas horas de la madrugada y que a nadie molestan. Han regresado los padres y los hijos. Los abuelos se sienten felices con la presencia de sus nietos. Más, los mas de los pueblos no tienen dinero para una buena orquesta o un grupo de rock; pero sí para una discoteca móvil que pone, da y contagia alegría, luz y color. La discoteca móvil, pone música para niños. Jotas, tangos y pasodobles para mayores y la música más in para la juventud que animada por el discjokey baila hasta bien entrada la mañana. La discoteca móvil, ameniza la velada con la presencia de magos, gogós, bailarinas y algún striptease si el pueblo lo desea. Tenemos que tratar de que el pueblo esté alegre. Lo dice don Miguel de Unamuno en su San Manuel Bueno y Mártir. Y los del Río, en su canción: «Dale a tu cuerpo alegría macarena». Bienvenidos sean esos 110 decibelios, y que la música de la discoteca móvil se extienda por el Valle, el Páramo o la Ribera y anuncie a bombo y platillo que en nuestro pueblo hoy es fiesta, y que a si mismo hagan la flauta, la pandereta y el tamboril. ¿Y el que no quiera ruido? Pues que se vaya estos dos días a la ciudad; porque en la ciudad si que hay los trescientos sesenta y cinco días del año terror auditivo: de las sirenas de las ambulancias, de los bomberos, de las alarmas que se disparan, de los autobuses que suben y bajan, de los camiones, del rebaño de coches que gruñen como una auténtica piara y por si todo esto fuera poco nos queda el estruendo de las motos que por las aceras campean a sus anchas y verá en la ciudad, donde hay policías y guardias ¿que puede hacer el sufrido ciudadano para evitarlo...? Los jóvenes como todos los seres humanos evolucionan y saben lo que quieren, dejémosles vivir su juventud y libertad. ¡Que siga la fiesta! Que suene la discoteca móvil. Total solamente son dos días. ¡Que pena cuando la discoteca móvil se va! Con ella se va también la alegría. La gente se marcha, regresa el silencio y otra vez el pueblo vuelve también a la rutina, a su soledad, a la monotonía. Jesús Gabriel Ramos Natal (León). La fiesta en los pueblos marca la fecha en torno a la cual gira el calendario. Todo un tiempo de esperanza, para volver al reencuentro con los seres querido, que la diáspora del trabajo los ha catapultado lejos del hogar, de la tierra madre que los vio nacer. La fiesta es un tiempo de alegría, de felicidad por ese poder volver a saludar un año más a viejos amigos, a los vecinos y a todos aquellos con los que hemos compartido penas y alegrías. Con la llegada de la fiesta, vuelve la alegría al pueblo, que se manifiesta en el rostro de los niños, pequeños y mayores, por eso la víspera suele ser lo más regocijante de la fiesta: suenan las campanas chillonas y bullangueras. Cohetes y luces de colores inundan el pueblo o la aldea. El pueblo despierta de su largo letargo de sus más de 363 días de rutina y monotonía, de ese silencio que lo embarga todo, que sólo es interrumpido por el canto de un gallo, el ladrar de un perro o el ruido de una motosierra. A medida que la fiesta del pueblo se acerca, sus habitantes sienten la predisposición para la felicidad como decía Gabriel Miró. Poco a poco va aumentando el ruido de los coches que pasan, que se acercan por tu puerta. Las calles se llenan de niños con sus bicicletas, que disfrutan hasta altas horas de la madrugada y que a nadie molestan. Han regresado los padres y los hijos. Los abuelos se sienten felices con la presencia de sus nietos. Más, los mas de los pueblos no tienen dinero para una buena orquesta o un grupo de rock; pero sí para una discoteca móvil que pone, da y contagia alegría, luz y color. La discoteca móvil, pone música para niños. Jotas, tangos y pasodobles para mayores y la música más in para la juventud que animada por el discjokey baila hasta bien entrada la mañana. La discoteca móvil, ameniza la velada con la presencia de magos, gogós, bailarinas y algún striptease si el pueblo lo desea. Tenemos que tratar de que el pueblo esté alegre. Lo dice don Miguel de Unamuno en su San Manuel Bueno y Mártir. Y los del Río, en su canción: «Dale a tu cuerpo alegría macarena». Bienvenidos sean esos 110 decibelios, y que la música de la discoteca móvil se extienda por el Valle, el Páramo o la Ribera y anuncie a bombo y platillo que en nuestro pueblo hoy es fiesta, y que a si mismo hagan la flauta, la pandereta y el tamboril. ¿Y el que no quiera ruido? Pues que se vaya estos dos días a la ciudad; porque en la ciudad si que hay los trescientos sesenta y cinco días del año terror auditivo: de las sirenas de las ambulancias, de los bomberos, de las alarmas que se disparan, de los autobuses que suben y bajan, de los camiones, del rebaño de coches que gruñen como una auténtica piara y por si todo esto fuera poco nos queda el estruendo de las motos que por las aceras campean a sus anchas y verá en la ciudad, donde hay policías y guardias ¿que puede hacer el sufrido ciudadano para evitarlo...? Los jóvenes como todos los seres humanos evolucionan y saben lo que quieren, dejémosles vivir su juventud y libertad. ¡Que siga la fiesta! Que suene la discoteca móvil. Total solamente son dos días. ¡Que pena cuando la discoteca móvil se va! Con ella se va también la alegría. La gente se marcha, regresa el silencio y otra vez el pueblo vuelve también a la rutina, a su soledad, a la monotonía. Jesús Gabriel Ramos Natal (León).

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