TRIBUNA
Mundo pobre, pobre mundo
Lo van a deshacer / va a volar en pedazos / al fin reventará como una pompa / o estallará glorioso / como una santabárbara / o más sencillamente / será borrado como / si una esponja mojada borrara su lugar en el espacio». Estos versos de la poeta uruguaya Idea Vilariño parecen hoy realmente premonitorios. Pobre mundo. A partir de los atentados en Nueva York y Washington en septiembre de 2001, se ha acentuado en la política internacional la tendencia a usar la fuerza como único método para alcanzar estrategias, dar satisfacción a los grandes mercaderes de armas y a los enloquecidos militares estrategas. Al amo del mundo no le importa la pobreza, la injusticia, la discriminación, el aislamiento cultural, el tráfico de personas, el hambre. Ni el medio ambiente, ni los derechos humanos, ni la cooperación, ni el clamor universal por la vida, la educación y la paz. No le importa talar bosques enteros para acabar con los incendios tantas veces provocados, liquidar a los pobres para acabar con la pobreza, asesinar inocentes sin acabar con el terrorismo. El amo del mundo está sordo y ciego, no escucha los gritos de socorro que suben como un vaho, los gritos de tantos condenados a muerte que lloran en los rincones más oscuros de un planeta envuelto en guerras programadas, guerras que sólo sirven para agravar la raíz de los problemas que, falsamente, se dice solucionar. Bush, el amo del imperio; Blair, su rendido súbdito, se reúnen para preparar la previsible guerra contra Irak. Entre almuerzo y cena, sonrisas y saludos, van cavando las tumbas para los muertos ajenos. Ofrecen sangre, no la suya, ni la de sus hijos, sino la de los otros. Y así, legitimando la violencia, el terror y el sacrificio absurdo de las personas, nos venden sus ideas como «venganza antiterrorista» y «represalias defensivas». Desatan la estrategia del miedo, justifican el ataque armado y extienden por el mundo pobre, pobre mundo, su capacidad de generar odio. Abrirán las puertas del infierno en nombre de un supuesto peligro global. «Prepararse, muchachos, para otra vez matar, morir de nuevo, y cubrir con flores la sangre» (Neruda). El pretexto: terminar con el terrorismo. La sinrazón: dinero, petroleo, venta de armas, supremacia global. ¡Qué arte para el exterminio y qué ciencia para extirpar la paz! Es evidente que la comunidad internacional está en otro momento crítico, decisivo, confuso, aterrador. ¿Cómo trabajar, vivir, reír, callar, dormir, mientras el amo del imperio y sus aliados desprecian la vida, y nos empujan hacia un conflicto armado de consecuencias imprevisibles y terribles? La humanidad tiene obligación de decir no a la guerra. La humanidad tiene obligación de no acudir a la convocatoria criminal. «No más la sorda y triste guerra» (Alberti). Hay que parar esta tétrica danza, ciega y espantosa. Disuadir de represalias armadas antes de que al planeta Tierra se le caiga la vida y quede «rodando como una esfera pura / estéril y mortal / o menos bellamente / pudriéndose despacio / como una llaga entera / como un muerto» (Vilariño).