TRIBUNA
Los arañazos del corazón
SE ha escrito mucho sobre la forma de alcanzar la felicidad, desde Un mundo feliz de Aldos Huxley (quizás el más leído), La conquista de la felicidad de Bertrand Rusell, hasta el más reciente, ¿Qué nos falta para ser felices? de Enrique Miret Magdalena, y muchos otros, todos ellos explicando ampliamente los caminos que conducen a conseguir la plena felicidad. Mas, no nos engañemos, por muchas fórmulas que se sigan para alcanzar la plena felicidad, nunca podremos librarnos de los arañazos en el corazón que para cada uno de los seres tiene reservada la vida. Simplemente hay que mirar alrededor para comprobar que la cruda realidad demuestra que a todos, salvo raras excepciones, tiene reservado el Destino una serie de «bofetones» de los que no se puede huir, y se quiera o no, arañan el corazón. Es posible que la que más cerca estaba de la realidad, era aquella muchacha que había sufrido una gran depresión, y decía que la felicidad como tal no existía, que lo que verdaderamente existía eran momentos felices, por lo que lo más importante es aprovechar el disfrute de todos estos momentos felices que ofrece la vida y tratar en todo momento dehuir de aquellos otros que provocan malestar, inquietud, angustia, ansiedad, congoja, desasosiego, desazón, intranquilidad, etcétera, es decir, tratar de evitar los arañazos que de vez en cuando nos tiene reservada la vida. Por tanto, se puede afirmar sin lugar a error, que la felicidad, tal como la describen tantos libros y se oye en algunas conferencias dadas por eruditos y profesores de ética, no existe. Decía un viejo profesor de universidad a sus alumnos, que la vida cuenta con otras vidas distintas a lo largod e los años en que transcurre; y les ponía varios ejemplos que confirmaban que no le faltaba razón. ¿Qué persona de avanzada edad no ha vivido al compás de los vaivenes y balanceos que la vida le ha obligado a seguir, cambiando buscamente de dirección para seguir otra muy diferente? Recientemente se ha celebrado en Johannesburgo la «Cumbre de la Tierra», donde se han reunido los Jefes de Estado o de Gobierno de más de 100 países del Mundo, para estudiar los planes a seguir para una mejor distribución de la riqueza, tratando de reducir en lo posible los niveles de pobreza, amortizando al mismo tiempo la deuda externa hoy sufren todos los países subdesarrollados. Se ha criticado desfavorablemente, que de los siete países más poderosos del mundo el único que no asistió fue el de Estados Unidos, George Bush lo que se puso de manifiesto en el discurso de su secretario de Estado, Colin Powell, tratando de descafeinar la Cumbre en toros y cada uno de los puntos debatidos, a ser abucheado clamorosamente por todos los asistentes. Una mejor distribución también de los recursos naturales, de modo preferente del agua potable, habiendo quedado la propuesta en reducir el problema a la mitad en un plazo de 13 años incluyendo en este proyecto la aportación de 1.300 millones de euros para incorporar en el mismo al área del América Latina. Facilitar medicamentos y recursos económicos para reducir al máximo las enfermedadesdel sida y la malaria, sobre todo en África al que en este aspecto consideran todos los asistentes a la Cumbre como el continente maldito del mundo. Planes de educación para reducir el analfabetismo que existe en todos los países pobres. Conservación de los recursos naturales, medio ambiente, flora y fauna, de maera especial sus bosques, cuando ahora tienen que ser malvendidos a países ricos para poder subsistir en situación precaria. También han tratado de resolver uno de los desafíos que tinee la sociedad dando apertura a los mercados de los productos del Sur, anulando las tendencias proteccionistas que hoy existen de los países ricos. Todos estos puntos y otros más son los que se han puesto de manifiesto en la repetida «Cumbre de la Tierra». El resultado a que se ha llegado no ha dejado satisfecho a ninguno de los países asistentes, puesto que solo se ha llegado a una declaración de intenciones y no se ha obligado al cumplimiento de ningún compromiso en firme, siendo el texto de as resoluciones más suave aún que ninguno de los anteriores. Ni siquiera se ha establecido un calendario para cumplimentar cada uno de los problemas que se han debatido. Estos países pobres no pueden ser felices por mucho que se esfuercen para conseguirlo, porque la vida les está dando zarpazo tras zarpazo, arañándoles el corazón hasta producirles heridas difíciles de curar y a las que los países ricos no quieren ni desean poner remedio. Parece existir, en el caso de la riqueza y la pobreza, una contradicción eterna, y aunque la riqueza no es una garantía de felicidad, no existe país lo suficientemente desprendido para renunciar a la misma, y hasta ahora, de poco han servido las opiniones de los países pobres en sus peticiones para poder recibir su ayuda. «Nada prueba mejor el carácter estrecho y ruin que el amor al dinero; y nada más noble y excelso que despreciarlo, si no se tiene, y emplearlo, cuando se tiene, de forma benéfica y generosa». (Marco Tulio Cicerón).