EN BLANCO
Censura islámica
UN escritor francés, Michel Houellebecq, ciudadano de Francia y residente en Francia, pueder ir a la cárcel por una denuncia de los rectores de las mezquitas de París y Lyon, la Liga Islámica Mundial y la Liga de Derechos Humanos, que le acusan de injurias al islam e incitación al odio racial. ¿Qué barbaridades ha cometido este ciudadano francés? Ninguna de obra. Ha escrito un libro y ha hecho algunas declaraciones, como por ejemplo decir que «el islam es la religión más idiota del mundo», aseveración con la que estoy en pleno desacuerdo, porque servidor conoce alguna que le supera, dentro de la idiotez relativa de casi todas las religiones, vistas fuera de la fe. Lo deslumbrante del caso es que en el país paradigma de la libertad europea, Francia, en la cuna de la revolución que trajo el siglo de las luces, en la sede del enciclopedismo, un escritor pueda ir a la cárcel por un delito de opinión. Y que la Liga de Derechos Humanos secunde a los chamanes de las mezquitas de París y de Lyon son otra muestra de la empanada mental que nos estamos haciendo con el racismo, y de la obsequiosidad con que tratamos el Islam, caso que no nos sucede con el hinduismo, el budismo, el taoísmo, los Testigos de Jehová, o la propia Iglesia Católica. En la católica Francia sería inimaginable que un obispo se querellase contra un escritor. Pero se trata del Islam ¡Ah!. Y entonces sacamos el papel de fumar y nos cogemos la libertad de expresión con un inmenso asco, como si no nos hubiera costado sangre, sudor y lágrimas, separar la religión de la política. Dice Michel Houellebecq que «cuando lees el Corán se te cae el alma al suelo». Pues a mí casi se me cae al suelo algo menos metafísico y más físico, situado en la entrepierna, cuando me entero de que la censura del Islam no se limita a ejercer en sus teocráticas sociedades, sino que ha logrado infiltrarse nada menos que en Francia. | 19-Sep-2002 12:06:55 ( OTR/PRESS) 09/19/12-06/02