EN EL FILO
Maltrato y demagogia
ESDE que la violencia doméstica empezara a convertirse en inquietud ciudadana hasta que el parlamento español ha decidido dar al problema una respuesta o, más bien, un tratamiento legal han pasado años, meses, días..., durante los que se ha producido un número acongojante de muertes a manos del cónyuge homicida. Por fin, albricias, los diputados del PP han votado esta semana a favor de una iniciativa de IU que propugnaba la elaboración por consenso parlamentario de un proyecto de ley que abarcase toda la complejidad de la violencia de género. Y se acordó que una subcomisión, en el plazo de cuatro meses, redactase el proyecto legal, enriqueciendo incluso sus debates internos mediante consultas a las organizaciones sociales más vinculadas a la protección de las víctimas del maltrato familiar. La semana anterior había rechazado el grupo «popular» la toma en consideración de un proyecto de ley del PSOE contra la violencia de género, y los diputados del PP degustaron el sabor amargo de la soledad, pues todos los grupos apoyaron la iniciativa socialista, que se hubiera perfeccionado obviamente durante su tramitación parlamentaria, durante la que los «populares», por su mayoría absoluta, hubieran podido conseguir una ley a su gusto. Este antecedente, el rechazo al proyecto socialista, aconsejó este semana al PP no aplicar su rodillo a la iniciativa de IU, y así el consenso «parlamentario» fue unánime, y la satisfacción de las asociaciones de mujeres, evidente. El presidente Aznar, sin embargo, no ha visto con buenos ojos que la violencia de género se combata con una ley integral, a pesar de que en la última campaña electoral la había prometido personalmente, al preferir ahora una serie de «medidas concretas», porque, ha dicho textualmente, «las leyes genéricas no resuelven las cosas, y la demagogia partidista, menos». La frase es discutible o, al menos, opinable, pues hay leyes genéricas de probada eficacia, mientras que la demagogia partidista, que no es resolutiva obviamente, puede recorrer, sin embargo, trayectos imprevistos o, como el vuelo del bumerán, regresar al punto de lanzamiento. Contra la violencia de género, es posible que una serie de medidas legales concretas sean tanto o más eficaces que una ley integral, como el presidente Aznar sostiene ahora, dos años después de haber opinado/prometido lo contrario, y en esa modificación del criterio presidencial se reflejaría el valor de la experiencia que se adquiere en la cumbre del poder político, desde la que se perfeccionan o se desechan criterios anteriores, al contraste con la densidad de información que llega a esas alturas. Lo importante, sin embargo, es que se aborde al fin el problema de la violencia sin demagogias.