EN BLANCO
Ocurrencias
TODAVÍA no me explico cómo se le ocurrió a mi buen amigo Juan Carlos Rodríguez Ibarra mentar la bicha de la suspensión de la autonomía vasca. El presidente extremeño es un gran demócrata, aunque a veces la prudencia no sea la más brillante de sus virtudes. Desde luego, entre sus compañeros del PSOE la cosa sentó muy mal, ya que en ese partido nadie es partidario de semejante dislate, como sería la aplicación forzada del artículo 155 de la Constitución, un precepto que está bien ahí pero que no hay que aplicar nunca, a no ser en caso de guerra o de catástrofes irreversibles. Menos mal que en la reunión monclovita socialista-popular y ayer por boca del portavoz Rajoy, el Gobierno ha dado toda clase de seguridades de que no se incurrirá en el dislate. Las preocupaciones socialistas en esta grave crisis van por otro lado. En el PSOE son conscientes del riesgo de ser metidos en el mismo saco que el Gobierno y el PP, pero reivindican que se les reconozcan sus esfuerzos por la más nítida salvaguarda de las libertades constitucionales. El lehendakari ha dado ayer toda clase de seguridades de que lo que quiere es un pacto de convivencia desde el Estatuto y de que no tiene previsto ningún tipo de consulta popular, que no sería otra que un referéndum sobre autodeterminación, pero que lo que piden es que la voluntad de los vascos tenga validez. Y todo ello lo consideran compatible con la utilización de los mecanismos jurídicos necesarios para hacer valer los derechos que creen tener, como es el caso de la querella contra Garzón.