Diario de León

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El sucedido que no sucedió

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León

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EL sucedido que no sucedió, pero que pudo suceder, nunca hubiera debido retrasar el enderezamiento de las relaciones hispanomarroquíes, incluso en el caso de haber sucedido. Como la diplomacia suele magnificar o minorizar la realidad a capricho, se hace difícil en ocasiones tomarla muy en serio, pero el riesgo de tomarla a broma es enorme, porque sus manifestaciones son expresión del poder al que sirve. Y tras la suspensión de la entrevista que iba a celebrarse ayer en Madrid entre los ministros Ana Palacio y Mohamed Banaissa, por el merodeo de un helicóptero español en torno o sobre la famosa isla Perejil, que sulfuró inopinadamente a Rabat, deberá preguntarse España muy seriamente qué modificaciones se han producido últimamente en los equilibrios de poder del reino de Marruecos. O qué desequilibrios pretenden equilibrarse. Porque los problemas bilaterales aparcados durante decenios, desde la intermitente reivindicación marroquí de Ceuta y Melilla a la posición española respecto al futuro del pueblo saharaui, contraria a la voluntad de Marruecos, se han puesto en marcha poco tiempo después de que el joven rey Mohamed VI sucediera a su padre Hassan II, por fallecimiento de éste. Parece indudable que el nuevo monarca alauita influye notablemente en la política interior y exterior marroquí, aunque no pueda precisarse aún si ello se debe al peso de la autoridad real sobre los poderes sociales del país -propietarios de la tierra, ejército y capital- o si sucede lo contrario, es decir, que el rey todavía no ha conseguido el poder que concentró su padre. Algunos analistas sostienen, sin embargo, que el mundo del dinero y de los latifundios nunca favorecería unas relaciones de bajo tono con España, mientras que una diplomacia de Rabat altamente nacionalista frente a la potencia del Norte, aunque las relaciones bilaterales se empobrecieran, daría a su inspirador, que sería el propio Mohamed VI, beneficios de popularidad en sectores sociales poco favorecidos y en una parte del ejército. Si esto fuera cierto, la estabilidad política en Marruecos no saldría ni mucho menos reforzada. Magnificar un «incidente menor» en la isla Perejil, según expresión del ministro Trillo, o un «simple sucedido», como lo califica Ana Palacio, parece una broma diplomática si no fueran a celebrarse el día 27 elecciones en Marruecos. Porque no se entendía bien por qué Benaissa aceptaba ir a Madrid en vísperas electorales, si no era para dar un portazo nacionalista/electoral, lo que ha podido evitarse gracias al pretexto diplomático del helicóptero que, según Rabat, había aterrizado en la isla Perejil, aunque Ana Palacio aseguró que no había llegado a «posarse».

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