desde la corte
Cuidado con las palabras
YA conocemos oficialmente la posición del gobierno de España ante la propuesta de Ibarretxe. Y no se dijo «desde el bar de la esquina», como suponía ayer el siempre mal pensado Ernesto S. Pombo. Se dijo en la Directiva Nacional del PP. Y lo dijo, personalmente, el presidente Aznar. Lo que hizo el lendakari -supongo que se refería a él- ha sido definido como un «desafío de los fanáticos». Es decir: «no pasarán». Yo también creo que no pasarán, pero por otras razones: porque se oponen las fuerzas reales, como el empresariado; porque los pasos hacia el «estado libre asociado» suponen tantas reformas, que no encontrarán respaldo suficiente; porque el sentido común dice que no es prudente reabrir la reconsideración del modelo de Estado; y porque, en todo caso, no está clara la mayoría social vasca suficiente para aprobar la propuesta en referéndum. Pero poner sobre la mesa acusaciones de fanatismo no es la «reacción serena» que había anunciado Javier Arenas con la consigna de «mucha tranquilidad». Podrá gustar a quienes aplauden todo lo que sea arremeter contra el nacionalismo vasco, pero sólo conseguirá encrespar todavía más la situación. No es que el gobierno responda con dureza, como era previsible. Es que responde con palabras que en parte de los ciudadanos de Euskadi sonarán como un insulto. Y esos ciudadanos podrán responder que ser nacionalista, incluso buscar la independencia, no es fanatismo. Y podrían hacer la misma acusación a quienes defienden el actual modelo de integración de los pueblos de España. Si dentro de unas semanas Artur Mas propone un nuevo paso en el autogobierno catalán, ¿le acusarán también de «fanatismo»? También resultaba fanático alterar una coma del «decretazo», y ahí me tienen al señor Zaplana llamando a las puertas de los sindicatos. Y sólo han pasado tres meses.