EN EL FILO
Pujol abre una incógnita
I el nacionalismo vasco, democrático o filoetarra, está crispado, fanatizado tal vez, el nacionalismo catalán parecía ayer afligido, al menos en lo que respecta al trato político que recibe de Madrid. El discurso parlamentario de Jordi Pujol sobre política general fue el de su despedida anticipada, a un año vista, pues no plegará sus velas hasta el otoño del 2003, aunque ya está en rodaje su sucesor, Artur Mas, a quien el «president» le ha señalado el camino a seguir. En legislaturas de Gobiernos sin mayoría absoluta, como los de Adolfo Suárez, el último de González y el primero de Aznar, Pujol servía de andarivel al ejecutivo para no resbalar en las votaciones que tendía la oposición. Ese sentido de Estado, compatible y hasta complementario de un fuerte sentimiento catalanista, convertían a Pujol en una pieza política fiable. Su lealtad a la Corona, su interpretación de España, en cuya gestión siempre quiso implicarse, y su honestidad al negociar el precio de sus votos en la feria de los compromisos parlamentarios esbozan la imagen auténtica de estadista regional o autonómico, capaz de hacer compatible su deseo de una Cataluña con la soberanía de Lituania y su pertenencia a una España de la que se sentía en Cataluña el más alto y orgulloso representante. Pero la mayoría absoluta del actual Gobierno de Aznar ha reducido el papel del nacionalismo catalán al de simple etiqueta de calidad democrática en algunas votaciones poco airosas para el PP, si los diputados «populares» se hubieran quedado en soledad. Los votos de CiU han perdido en esta legislatura mucho valor parlamentario, mientras que el autogobierno de Cataluña permanece inalterado, sin el menor aumento de parcelas sobre las que ejercer la Generalitat soberanía administrativa. De ahí que ayer advirtiera Pujol al futuro Gobierno central, sea del PP o del PSOE, de que CiU dará por finalizada su colaboración si no se produce en la próxima legislatura un cambio en la política autonómica, pues de lo contrario «tendríamos que constatar que las bases sobre las que se hizo la transición en el tema autonómico han dejado de existir». La advertencia del catalanismo es clara y, aunque se vea encajada en un marco de alta y demostrada responsabilidad constitucional, sugiere o viene a recordar que el Estado de las Autonomías es un proceso inagotable, y al que tanto las Comunidades Autónomas como el Gobierno del Estado deben prestar permanente atención y grandes dosis de paciencia, para evitar en lo posible heridas en las sensibilidades centrífugas y actitudes inmovilistas en el ejecutivo central. El relevo generacional de Pujol es ley de vida, pero abre una incógnita en el Estado, una nueva incógnita en el Estado.