Diario de León
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HAY quien habla de «octubre rojo», en relación a la ofensiva sindical y política contra el «decretazo» (restricciones a la protección por desempleo), la siniestralidad laboral y la Ley de Calidad de la Enseñanza. El Gobierno tiene demasiados frentes abiertos para el otoño: nueve millones de españoles entrampados en la Bolsa, una creciente incertidumbre económica en vísperas del debate presupuestario, una inoportuna guerra -Irak-, el «perejil» del norte -Ibarretxe quiere romper las costuras de la Constitución- y el «perejil» del sur -desafección de Marruecos-. Aznar quiere cerrar al menos uno de estos frentes. Se desprende de la flexibilización que anuncia el ministro Zaplana en el decreto sobre protección por desempleo a su paso por el Parlamento, donde será tramitado como proyecto de ley. Se habla de bajada de pantalones del Gobierno. No es un buen análisis. Por el contrario, hay que saludar la voluntad política de Aznar y su estado mayor, que consiste en tratar de hacer bien ahora lo que se hizo rematadamente mal en la primavera, cuando se aceptó el reto sindical en términos de confrontación pura y dura. Al Gobierno le sale un balance muy negativo: una huelga general, la ruina del «diálogo social» logrado en la primera Legislatura del PP y el lanzamiento de Zapatero como aspirante creible a La Moncloa. A eso condujo un «decretazo» elaborado en el Ministerio de Economía a espaldas del de Trabajo, con numerosos errores políticos de bulto en la coordinación y la puesta en escena. ¿Tiene arreglo? Veremos. Descontadas las movilizaciones previstas para este fin de semana, ya inevitables, el ministro Zaplana explicará sus propuestas a los sindicatos en una reunión anunciada para el lunes que viene. Aún no se conocen los retoques anunciados genéricamente como «flexibilización». Pero, de momento, hay que saludar la capacidad de rectificación del Gobierno, que toma nota del mensaje del 20 de junio y está dispuesto a permitir que los sindicatos salven la cara, siempre que le dejen salvar la suya al PP.

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