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León

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LGUNAS reformas llevan el germen de su propia contrarreforma, y el célebre «decretazo», que reformó el sistema de prestaciones al desempleo, va a ser reformado o, más bien, contrarreformado durante su inminente tramitación parlamentaria. La reforma contenida en el decreto-ley restringía o rescindía una serie de derechos sociales, y ese tijeretazo al Estado de bienestar inflamó el ánimo combativo de los dos sindicatos mayoritarios, CCOO y UGT, que organizaron la huelga general del 20-J, absurdamente minusvalorada por el Gobierno, y una voluminosa concentración en Madrid de sindicalistas y políticos, el sábado pasado. Falta poco más de siete meses para las elecciones municipales/autonómicas de mayo, y el Gobierno intenta lógicamente apaciguar los frentes sociales que se le han abierto, y en especial el tan llamativo de las movilizaciones sindicales, en las que han decidido aparecer los líderes políticos de izquierda. La tarea de pacificar a las centrales exigía un nuevo interlocutor gubernamental, y esa exigencia bien pudo ser precisamente a causa de que Eduardo Zaplana fuera nombrado en julio, tras la huelga general de junio, ministro de Trabajo. Y a los dos meses y medio de su nombramiento, puede decirse que la paz social está a la vista, porque las discrepancias sobre el «decretazo» se han reducido al menos en un 80%, al estar dispuesto el Gobierno a restablecer los derechos sociales volatilizados en el «decretazo», menos uno de los más importantes, el seguro agrario, el antiguo PER, gracia al cual, y a pesar de sus corruptelas, muchas aldeas rurales de Andalucía y Extremadura han podido sobrevivir y no han llegado a despoblarse. La reunión celebrada ayer entre Zaplana y los sindicalistas Fidalgo y Méndez fue calificada de positiva por ambas partes, y tan satisfecho se mostró el ministro, y tan firme en su tarea pacificadora, que no se le ocurrió nada mejor que deslizar en una frase la posibilidad de que «en aquella etapa (la del »decretazo«, obviamente) en la que a lo mejor pudo haber un fallo del Gobierno, que yo desconozco...». Y lo desconocía porque tal fallo no pudo existir, como queda constancia en una inmediata rectificación del ministro, obligado a no cargar en los hombros de su antecesor, ahora candidato a la alcaldía de Burgos, la responsabilidad de un reforma que está exigiendo una contrarreforma, mediante un ejercicio de flexibilidad del Gobierno, pues no puede hablarse de rendición sin condiciones, ya que el subsidio agrario sigue en el aire.