Diario de León
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León

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LO único que la Policía sabe del asesino en serie de Washington es que tiene muy buena puntería. Por lo demás, no hay hasta ahora ninguna pista, aunque quizá la haya cuando usted termine de leer este artículo, abusando de su paciencia. El desinteresado criminal, que actúa solo o en compañía de otros, carece de móvil. No lo hace por venganza, sino por pasatiempo, solaz y recreo. Es de suponer que le produzca una gran satisfacción apuntar con su magnífico rifle de caza mayor, disponible en las armerías de Estados Unidos, a cualquier transeúnte. También es de suponer que le produzca una satisfacción aún mayor ver cómo cae abatido de un solo disparo. Decía Chesterton que lo divertido no es lo contrario de lo serio, sino de lo aburrido, y la persona, es un decir, que se ha cargado por gusto a seis compatriotas está dispuesta a divertirse. Su caso no es equiparable al del francotirador racista que ha matado a una adolescente magrebí en Francia, ni al del tipo que ha apuñalado al alcalde de París. El asesino en serie no persigue ninguna finalidad, salvo la de convertirse en un perseguido. Quiere traer en jaque a la Policía para demostrar que su inteligencia, a la que confunde con su astucia, es superior a la de todos los policías del Estado de Washington y Maryland juntos. En algunas novelas de Simenon aparecen personajes así, que matan sólo por buscar notoriedad y se complacen burlando a quienes pretenden capturarlos. No es infrecuente que al final se entreguen, para que todo el mundo sepa quiénes son. Su explicación, cuando les interrogan, es la misma que la de aquel niño al que le preguntó el profesor de religión para qué hizo Dios el mundo y dijo que «para darse a conocer». Los criminólogos ven en estos asesinatos un desafío a quienes dirigen la investigación, pero los abogados ven un salto a la fama. Cuando el atrapen, cosa que quizá haya sucedido al terminar de leer este artículo, su defensor tratará de probar que todo fue por culpa de un trauma infantil, ya que el segundo marido de su madre se negó una vez a comprarle un cartucho de palomitas de maíz.

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