desde la corte
Un robo de película
SÓLO faltaba esto: un buen robo de documentos confidenciales. El despacho elegido ha sido también el más propio para una novela: el de Pedro Arriola, que es lo que llaman en Madrid un «chalecito». Es una especie de centro de poder oculto, que tiene todo el morbo que puede tener un centro de trabajo. Allí puede haber claves de la orientación política de Aznar. Y documentos secretos de Telefónica. Y anotaciones sobre Zapatero o Ibarretxe. Y todo eso, rodeado por un halo de misterio, por las misiones que Arriola tuvo encomendadas. Entre ellas, las conversaciones con ETA. Entre lo que había allí y lo sospechado, el chalecito de Arriola es un paraíso para hacer las delicias de un espía. ¿Quieren ustedes un poco más de morbo? Lo tengo: justo enfrente de ese lugar donde se planificó la gran estrategia política del PP, ¿saben quiénes viven? Ana Belén y Víctor Manuel, si en los últimos tiempos no han cambiado de casa. Es decir, que esta pareja de «rojos» confesos pudieron tropezar alguna vez con el mismísimo José María Aznar. Ahora que Daniel Monzón ha hecho una película sobre un supuesto robo del Guernika, aquí tiene trama para disparar su imaginación. Puede ver el fantasma de ETA en busca de otra versión de sus contactos. Puede fabricar un complot de la oposición para conocer los proyectos del poder. Puede construir una historia de intereses ocultos de asesorados por Arriola. Puede meter al mismísimo CESID. Y, sobre todo, tiene la oportunidad de explicar lo más difícil: cómo unos ladrones han tenido tiempo para robar documentos, entrar en un ordenador y sacar de él material sensible, mientras suenan las alarmas y se supone que la Policía está llegando a toda velocidad. Por lo demás, todo va bien: al ministro de Defensa le roban su coche blindado, y al presidente le roban los papeles más secretos. Y usted, señora, se queja de que le han dado el tirón¿