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Publicado por
León

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CASI la mitad de la población mundial pasa hambre, pero eso no disminuye el apetito de los demás. Millones de seres humanos malviven con menos de dos dólares al día, dos euros justos, o sea 332 pesetas antiguas. Con ese dinero no se puede hacer nada y mucho menos la digestión. En su Informe sobre Desarrollo, la ONU habla del «nivel grotesco» que alcanzan las diferencias entre los opulentos y los desheredados. Resulta que el 1 por ciento de la población más rica del mundo gana anualmente lo mismo que el 57 por ciento de los pobres. Ante esa siniestra realidad existen dos posturas: la de los que creen que la globalización no podrá resolver el problema del hambre y la de los que creen que lo agravará. Según cálculos aproximados, a este destartalado planeta (la tarta está muy mal repartida) le queda algo así como siglo y medio para erradicar el hambre. Más vale tarde que nunca, pero no es probable que eso consuele a los actuales hambrientos. Sus tataranietos tendrán alguna probabilidad de comer, pero ellos no tienen ninguna de conocerles. ¿Por qué son tan lentas las mejorías? Dicho de otro modo, ¿por qué el progreso tarda tanto en progresar? El índice de desarrollo suele medirse en términos de esperanza de vida, en logros educacionales y en ingreso real, pero lo primero es lo primero y eso de comer un par de veces al día no debe considerarse «una de las últimas prioridades», que decía aquel concejal de cultura. Un benemérito equipo de científicos, expertos en endocrinología, ha hallado lo que por ahora puede ser la única solución: una hormona que suprime el apetito de forma natural. La revista «Nature» habla muy bien de ella, pero está ideada para combatir la epidemia de obesidad que afecta a más de mil millones de personas, casualmente todas procedentes de países ricos. Tendrá gran éxito en las clínicas de adelgazamiento, donde los gordos descontentos ingieran consomé de perejil mientras una enfermera guapísima les toma el pulso. Los que ganan dos euros al día no consumirán hormonas. Querrán consumir gordos.