TRIBUNA
El dardo y la diana
Llevo más de 20 años en política y me considero una persona bastante respetuosa con las opiniones ajenas, especialmente con las de aquellos que se dedican profesionalmente a informar y a opinar en los medios de comunicación. Soy plenamente consciente de que mi trabajo como concejal y como procurador autonómico, mi actividad política, lo que digo y lo que hago, está sometido a la opinión de los demás, y creo humildemente que tengo perfectamente asumida esa faceta de mi actividad pública y de mi vida. Por ello no acostumbro a contestar ni a matizar o puntualizar los artículos de opinión ni las informaciones periodísticas. Aunque en ocasiones como ésta considere que no me queda más remedio que salir a la palestra. Creo que el escribir en un periódico, se sea o no periodista, es una tarea importante que tiene una gran carga de responsabilidad y que requiere un mínimo sentido de la profesionalidad y un respeto a unas elementales reglas deontológicas y conducta ética. Ya sé, ya, que igual es una tentación irresistible muy propia de la condición humana el sentirse poderoso con una pluma y un balcón desde el que vocear a diario el parecer sobre lo divino y lo terrenal. Quizás hoy me sienta yo como David frente a Goliat. Viene todo esto a cuento del artículo que bajo el título «Tribulaciones azules», firmado por J.F. Pérez Chencho, publicaba el Diario de León el pasado miércoles. La verdad es que pensaba yo, ingenuo de mí, que igual Chencho, después de caerse por su propio balcón en el vaticinio de la nueva ejecutiva regional del PP de Castilla y León (puf, qué patinazo), iba a tener la gallardía de reconocer su traspiés y rectificar desde su propia columna. Pero no, era mucho imaginar que desde ese balcón se pudiera, si acaso una sola vez, admirar el vuelo de la gaviota; todo el mundo sabe que ese balcón, cachis, sólo abre sus ventanales para cantar las excelencias del jardín de rosas rojas. Un día, y otro, y otro, y el siguiente, da igual, lo mires por donde lo mires, es más difícil encontrar un comentario benevolente con el PP que una aguja en un pajar; sólo hay incienso para el PSOE y botafumeiro para Zapatero. Y es que las aguas de las que bebe el señor Chencho cuando se refiere al PP de León no son transparentes, ni claras, ni cristalinas; es más, a buen seguro que manan del resentimiento o vienen turbias de la orilla del jardín de las rosas rojas; y claro, así pasa lo que pasa: que cuando se refiere al PP de León no da una. Yo no sé si el mismo que le filtró la composición de la nueva ejecutiva regional del PP de Castilla y León es el que le ha siseado que no nos hablamos el alcalde y un servidor. Barrunto que sí, porque una vez más, el dardo está fuera de la diana. Mi relación con Mario Amilivia trasciende el plano de lo político, donde por cierto, llevamos colaborando más de 20 años, en las duras y en las maduras. Si a usted, señor Chencho, le importase algo la verdad, sólo tendría que habernos llamado a cualquiera de los dos, cosa que por supuesto no ha hecho -tengo que decir que desde que soy presidente del Partido Popular, hace dos años, no he hablado jamás con Chencho-. Es más, sólo tendría que observar las múltiples ocasiones a diario en las que, como es lógico, coincidimos el alcalde y yo en actos, reuniones, plenos, visitas, etcétera, de donde no creo que nadie pueda deducir de nuestro comportamiento que no nos hablemos; más bien todo lo contrario. Usted mismo dice que no lo ha podido probar -el que no nos hablemos el alcalde y yo-. ¡Una gran profesionalidad, sí señor¡ Le sisean, no lo puede demostrar... pero lo escribe. ¡No me extraña que le metan esos golazos por toda la escuadra¡ A mayores, me parece poco elegante, menos valiente y más ruin esa alusión a mis actividades privadas. Como no he hecho la mili no sé qué es lo que ruboriza a un cabo furrier. Mire señor Chencho, yo siempre voy de frente; no tengo nada que ocultar ni nada de lo que avergonzarme. Al margen de la política tengo mi carrera de Derecho y mi participación en empresas de hostelería, concretamente en sociedades que explotan tres negocios hosteleros muy conocidos en la ciudad: la cervecería Dickens, el bar de copas El Antiguo y el Restaurante Palacio de Jabalquinto. Ninguno de ellos es concesión municipal ni se sitúa al margen de la ley ni presenta ningún tipo de irregularidad. De todos estoy muy orgulloso y satisfecho, incluidos mis socios y nuestros trabajadores, que superan la veintena. Mi actividad privada no tiene nada que ver con mis cargos públicos aunque tenga enemigos que, posiblemente por carecer de argumentos políticos para criticarme en mis funciones públicas, y demostrando su talla humana, no encuentren otra forma de intentar desprestigiarme que inventarse chismes, bulos y mentiras. Es el «calumnia que algo queda», tan viejo como el hombre. Lo que es sorprendente, salvo que se sirva a esos mismos intereses, es que un escribidor con tanta experiencia pueda entrar a ese trapo. En fin, señor Chencho, no sé si su vaticinio de que mi oxígeno político se acabará en el próximo Congreso provincial -quedan todavía dos años, una eternidad en política- será o no acertado. Hasta entonces, mientras siga teniendo la confianza de mis compañeros y de los ciudadanos que me han elegido, seguiré trabajando lo mejor que lo sé hacer, con la misma ilusión y desde luego con el ánimo de seguir luchando por lo que creo que es lo más adecuado para mi querido León. Y hasta entonces, aunque le tiren mucho más las rosas que las gaviotas, sepa que cuando quiera beber de las aguas del PP este humilde presidente provincial siempre estará a su disposición al igual que lo estoy a la del resto de profesionales de todos los medios de comunicación.