Diario de León

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Vladímir Ilich Uliánov, Lenin, fue el que inició la contrarrevolución rusa en San Petersburgo. Lenin fue un líder de la izquierda rusa y el primer jefe de la Unión Soviética, desde 1917 hasta 1924. Se trató de una figura política tanto idolatrada, como odiada.

Contraataca a la revolución, iniciada por Kerenski, contra los zares. Se le acusa de ser el padre de los terrorismos de estado, por sus métodos de represión de masas y su escalofriante antipatía con los sufrimientos del pueblo.

Con la revolución, Lenin demostró su falta de piedad, al aplastar a cualquier oposición a su liderazgo. Su policía secreta, llamada Cheka, se encargaba de reprimir a cualquiera que pensara o actuara diferente.

Otro aspecto de Lenin fue cargar contra la idea de la libertad sexual. Para él, aquello era una mera excusa burguesa para satisfacer los más bajos instintos. Aunque yo no sea un asceta, esa pretendida «nueva vida sexual» de la juventud y a veces también de la edad madura, me parece puramente burguesa. Muy diferente a la libertad sexual que pregona la compañera de fatigas de Pablo Iglesias, Irene Montero.

La obsesión de Lenin no era la justicia social ni la igualdad, sino el poder político absoluto hasta aniquilar por completo al adversario

Ya sabemos el principio del feminismo: sola y borracha quiero llegar a casa. Referente a libertad sexual basta: solo sí es sí. Que los lectores juzguen.

La obsesión de Lenin no era la justicia social ni la igualdad, sino el poder político absoluto hasta aniquilar por completo al adversario. A Lenin se le une Trotsky, intelectual y organizador de la Revolución de Octubre, que permitió a los bolcheviques tomar el poder en noviembre de 1917 en Rusia: la revolución debe ser permanente.

Creo que las figuras de Lenin y de Trotsky tienen su calco en España. Un día, buscando la misma causa revolucionaria, aparece un personaje llamado, Pablo Iglesias. Un profesor universitario que, con el descontento del pueblo, sale a las plazas. Enarbola la bandera de la justicia social. Ataca a la casta. Vocifera contra el abuso de los terratenientes, de la banca, de los empresarios.

Se presenta como el salvador del pueblo oprimido. Es el mesías que llega a combatir la injusticia. Los desahucios se acabaron. Yo soy el que os librará del caos y os llevará a la tierra prometida. Consiguió integrarse en la política.

Hizo su revolución. Horadó todos los cimientos sociales. Buscó aliados y éstos no eran los obreros, ni los proletarios. Como Lenin, estaba dispuesto a hacer cualquier cosa, a pactar con quien fuera, a prometerle todo a todo el mundo para conquistar el poder.

El Lenin español buscó a los enemigos de España, a los independentistas, a los etarras, a los herederos de Terra Lliure y, con la tierra propicia para ser cultivada, prepara el camino del líder que se pondría al frente de la contrarrevolución, el Trotsky español, Pedro Sánchez, como capitán del barco y, aquél, como contramaestre. Sí, el que le quitaba el sueño, el que no dormía, el que jamás iba a pactar con Bildu, el que garantizaba la unidad de España, el defensor del régimen del 78.

El Lenin español, consigue asaltar los cielos. Ya están en el poder. No lo conquistaron con las armas. Uno, usó la metralleta de la lengua, de la demagogia, el otro, no tuvo más que recoger la cosecha que le había sembrado y regado Pablo Iglesias. Se demostró que, a imitación de Lenin, no era la justicia social ni la igualdad, sino el poder político absoluto. Hay que liquidar el sistema y los enemigos de España nos entregarán el poder.

El Lenin español se declara abiertamente comunista y va a cambiar el mundo, el país. No habla de España. Lenin acabó con los zares. Pablo Iglesias quiere acabar con la monarquía. Lenin consiguió un poder absoluto, primero, usó el pueblo y, una vez conseguido el poder, ya no cuenta con el pueblo. Pablo Iglesias quiere todo el poder: la justicia a su libre albedrío, la educación bajo el principio leninista de que hay que instruir al campesinado para acercarlo al proletariado, bajo el principio marxista de: proletarios del mundo, uníos. Yo, os daré pan y trabajo.

A pesar de que el ideal leninista incluía libertad política en el país, Lenin formó un gobierno que acabó con los derechos políticos. Inicia una represión política.

Pablo Iglesias pretende marginar la constitución y hacerla a su manera. Pablo Iglesias, no ha renunciado a sus principios y se declara comunista. Hay que aniquilar el régimen del 78. Añora el régimen de 1931. Le gustaría acabar con la monarquía y ser el que pase a la historia como el fundador de la III República.

Pedro Sánchez, calla. El que calla, otorga. Pedro Sánchez y el PSOE son también republicanos. No va a dar el paso. Tiene al contramaestre que le va a abrir el camino. El resultado sabemos cuál ha sido y cual es. Ya sabemos todos como terminó la revolución rusa, como terminó Lenin, víctima de un atentado; cómo terminó Trotsky, asesinado en México por orden de Stalin.

Aquí, en España, para conquistar el poder no usamos las armas. Para liberarnos de los políticos, no buscamos a matones ni a pistoleros. No. En España, se conquistará el poder con democracia, en libertad y con la sensatez del pueblo español. Un conocido comentarista opina que: Iglesias está destrozando no ya un partido, sino los sueños de toda una generación que sabía distinguir a la perfección los cielos de los frescos de una sala ministerial.

Y, con referencia a Pedro Sánchez, el PSOE es él. No sabe distinguir entre el partido y su persona. Pedro Sánchez y Pablo Iglesias deberían leer la trilogía: La Caída de los Gigantes de Ken Follett. El imperio de los zares ha caído para siempre. El nacismo ha desaparecido del mapa. El comunismo fue fulminado de Europa.

Los líderes del PSOE y Podemos van a quemar las naves y no habrá astilleros que las reparen porque arribarán desguazadas. Lo lamentable es que arrastrarán a sus partidos al abismo. No se puede hacer una revolución a imagen de Lenin o de Trotsky, cuando solo importa el poder.

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