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La crisis del coronavirus está provocando un aumento de gastos tan descomunal al Gobierno de España, y por tanto de la deuda del Estado, que amenaza con generar unos daños funestos en un futuro más bien próximo. La obligación de estos gastos es incuestionable para atender las necesidades en Sanidad, el aumento del desempleo y las pérdidas de negocio que la secuela del covid está dejando. La suerte de pertenecer a un bloque económico de cierta solvencia como la Unión Europea, con un banco central común es que esos gastos extras se financiarán muy barato en el mercado de deuda sobre todo porque la mayoría de esa deuda la compra el propio BCE.

A un Gobierno responsable, con políticos decentes, no se le ponen objeciones a ese gasto inédito porque se supone que se destinará a satisfacer esas urgencias de la sociedad que administra. Pero el Gobierno de España es populista, les guste o no les guste a quienes lo adulan y sostienen.

Populistas, que habría que llamar más bien populistos, por lo bien que saben aprovechar la desdicha ajena en provecho propio. Los populistas no buscan la prosperidad general sino una pobreza subvencionada sobre la que poder ejercer un poder autocrático en el que enriquecerse impunemente. Y han encontrado, sin buscarlo, en la crisis del coronavirus la palanca perfecta que deja expedito su proyecto pseudosocial.

En esta tesitura tan favorable los populistas ya no tendrán que esforzarse en tomar del poder por las bravas, asaltando palacios de invierno o cortando cabezas coronadas, que además no sabrían porque lo que realmente les motiva es hacer algaradas al calorcito del sol de mediodía y rematarlas con unas rondas de cañas, como si de una romería se tratara. 

Se enrocarán en el poder, en esta nueva crisis del virus letal, aprovechando el regalo del banco central con ese bombeo de liquidez al servicio de los gobiernos. Con esa ingente suma de dinero y una deuda aun barata los gobiernos demagogos podrán regar con toda clase de subvenciones, prestaciones, ayudas públicas a una masa creciente los electores rehenes, desempleados, emigrantes, exautónomos. al tiempo que permitirán destruir las empresas no subyugadas intentando renacionalizarlas.

El objetivo final, la creación de una masa ingente de operarios-funcionarios dependientes de las servicios sociales o de la empresa pública, en la que granarán fácilmente los votos necesarios para ganar elecciones. Y perpetuar regímenes de poder autocráticos que irán carcomiendo su base económica pero sobrevivirán hasta una catástrofe final que podría ser una nueva crisis o hasta la bancarrota del estado.

Contra esta amenaza incuestionable que la propaganda adicta intenta desacreditar, solo cabe rogar, a nuestros socios del norte que no permitan que esa financiación sea gratis. Esta propuesta será juzgada de antipatriota por muchos, porque supone aceptar los recortes que nos impongan, como hicieron en Grecia, hace cinco años. Recortes en pensiones, en salarios, en prestaciones en servicios, lo que nadie quiere. Los recortes nos permitirían reconducir en pocos años esta penosa situación hacia una nueva prosperidad. El dinero gratis solo lleva a una perpetuación del régimen de despilfarro, al servicio de las urnas, cuyo desenlace sólo puede ser funesto.