Diario de León
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EL poder siempre convoca aduladores, corifeos y vasallos. Ahora, los más cercanos periodistas del régimen, justifican sus prebendas y sus linsojas reclamando un salvador para España, casualmente es su patrocinador. De esa forma, estamos a punto de lograr el sin sentido que se reclama para solucionar los problemas a quién tiene realmente la responsabilidad de haberlos provocado. La situación del País Vasco es consecuencia directa de una estrategia decidida para afrontar un problema. José María Aznar decidió que para solucionar el problema vasco la prioridad era desalojar al Partido Nacionalista Vasco del poder. Independientemente de las responsabilidades del Partido Nacionalista Vasco en la actual situación, lo cierto es que la demonización de este partido ha conseguido una radicalización de posiciones y situarnos en el límite de la desobediencia civil por parte de quien ha ganado las elecciones en Euskadi. Con el diálogo roto, con el nacionalismo vasco desbocado, con un efecto dominó en el nacionalismo catalán y gallego, cabría preguntarse si la política adoptada por José María Aznar no está llevando a España a un precipicio que él utiliza para reclamar su permanencia como único salvador. Las democracias consolidadas no admiten figuras providenciales. Circunstancias excepcionales reclaman liderazgo, pero no la existencia de un hombre providencial. En los próximos tiempos redoblarán los tambores de la adulación reclamando a José María Aznar, «por el bien de España», que se quede. Esa es la peor estrategia electoral, porque su fundamento es la consideración de que atravesamos el peor momento político desde que comenzó la transición, porque nunca antes a nadie se le había ocurrido reclamar una vez más en España la figura de un salvador. Quienes sostengan esa tesis, pensando en seguir cerca del poder, se equivocarán, porque está impregnada de la debilidad que supone su propia existencia. ¿Tan mal está España, para necesitar una vez más a un salva patrias?.

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