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El Gobierno pierde crédito

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L Gobierno pierde credibilidad a chorros. Al menos en los medios de comunicación. La opinión publicada, que es ciertamente algo muy distinto de la opinión pública, como señaló hace más de medio siglo Herman Séller, es mayoritariamente crítica y lo es, incluso, en los medios más cercanos al Gobierno. Las denuncias que había hecho Jordi Sevilla, responsable de economía en la Ejecutiva socialista, al voluntarismo de los Presupuestos habían tenido ciertamente repercusión, pero en la medida que lo pueden tener las críticas que vienen de la oposición. Prácticamente se toman como cláusulas de estilo. Se dan por descontadas. Lo que ha confirmado el carácter propagandístico de las previsiones económica ha sido la reprobación del señor Caruana, director del Banco de España. Un hecho insólito y por lo mismo grave. Yo diría que ha producido una cierta alarma porque se vendría a probar que el vicepresidente Rato ha perdido el rigor tradicional que había llegado a constituir un activo de los gobiernos del PP, fundamento a su vez de la credibilidad en materia económica. ¿Por qué este paso en falso en estos momentos tan delicados para la economía europea y la española? El otro acontecimiento es de un mayor calado en la opinión pública. La marcha atrás en la reforma del mercado de trabajo es una confesión de error, muy grave error, por parte del Gobierno. Debemos tener en cuenta que la propuesta de la Reforma Laboral había provocado las primeras movilizaciones masivas contra un gobierno del Partido Popular y que ese enfrentamiento con los sindicatos había sido asumido por una gran parte de la sociedad como algo necesario a pesar de su traumatismo. ¿Por qué el desbaratamiento de una de las operaciones más significativas del Gobierno en esta segunda parte de la legislatura? Ninguna de las motivaciones con las que se especula bastaría para justifica una contradicción tan fuerte con los principios. De esta manera el ministro Zaplana no pasará a la historia inmediata como el ministro del diálogo social, sino como el protagonista de una sonada rendición. A ese debilitamiento del crédito del Gobierno se ha venido a añadir el robo en las oficinas del sociólogo Arriola, antiguo asesor de la patronal, de Telefónica desde los tiempos de Villalonga, y del presidente Aznar. El asalto a un despacho al que se venían confiando asuntos públicos y privados, de índole económica y de índole política, y realizado por delincuentes de guante blanco, ha echado a volar las imaginaciones de los comentaristas políticas. De confirmarse las hipótesis que relacionan el suceso con la sucesión de Aznar habríamos pasado a un terreno más escabroso del que solemos hablar cuando nos referimos a la pérdida de la credibilidad política.

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