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Publicado por
León

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EL presidente Aznar está recorriendo sus últimos meses de ejercicio del poder con mayoría absoluta por un camino repleto de dificultades. Dificultades que van aumentando conforme avanza hacia la meta final. Por si faltaba algo, surge el caso Arriola que, por lo visto, ha cogido al presidente y a alguno de los miembros de su Gobierno con el pie cambiado. Es el caso, por ejemplo, del vicepresidente primero, Rajoy. ¿Quién es Arriola? ¿A qué dedica su tiempo libre? Porque según el señor Rajoy, Arriola no ha tenido nunca contratos «con ninguna administración local, autonómica o nacional», es decir, y en este último caso, con el Gobierno. Por lo tanto, cabe pensar que cuando Arriola acude a Suiza, formando parte del equipo del Gobierno a negociar con ETA, lo hace «ocupando su tiempo libre». Al parecer, el secretario general de Presidencia, Javier Zarzalejos, antes de viajar a Suiza con el representante del ministerio del Interior y el obispo Uriarte a entrevistarse con ETA, llamó por teléfono a Arriola y le dijo: «Oye Pedro, vamos a Suiza a hablar con ETA, ¿quieres acompañarnos?» A lo que Arriola, después de consultar su agenda, le contestó: «Pues mira, Javier, no tengo nada esos días, los tengo libres, y puedo acompañarte con mucho gusto. Un viaje a Suiza siempre vale la pena». Y a Suiza que se fue con la delegación del Gobierno. Naturalmente, Arriola no tenía ningún contrato ni acuerdo con el Ejecutivo que preside Aznar. Arriola era un ciudadano que se dedicaba a sus labores profesionales y se encontró, de pronto, con esta invitación que aceptó de buen grado por tener las fechas libres. Malas lenguas han dicho que Arriola «utilizó la notoriedad que le dio su presencia en las negociaciones con ETA para obtener contratos para su empresa». Y añaden: «El error fue elegir a un ciudadano privado para realizar una misión que le correspondía al Gobierno». En este país vivimos. Dado que la clase política que dirige el señor Aznar debe creer que los contribuyentes somos menores de edad, no le importa intoxicarnos con esta manipulación de la realidad. Pero la maniobra es tan burda que hasta el «equipo mediático habitual» del régimen ha puesto el grito en el cielo y se ha rebelado. Aznar ha conseguido, con su mayoría absoluta, enfrentarse, incluso con el poder mediático adicto. Se olvida que estamos en democracia no como en tiempos del franquismo donde la obediencia de los medios de comunicación al poder constituído era de obligado cumplimiento. ¡Qué remedio! Franco dijo que lo dejaba todo «atado y bien atado», y luego pasó lo que pasó. Aznar, por el contrario, se está dejando todos los cabos sueltos. Menos mal que a Aznar -y a su sucesor- le queda el nacionalismo vasco -y los demás nacionalismos- para arremeter contra ellos y agrupar a la ciudadanía contra los enemigos de la unidad de la patria. Lo mismo que Franco echaba mano del comunismo y la confabulación «judeo-masónica» para mantener al pueblo municipal y espeso unido a su figura de salvador de España. ¿Volvemos a las andadas?

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