La gran evasión
NO sé por qué el Tribunal de Cuentas sigue haciéndolas: no le salen nunca. Ahora ha destapado un fraude masivo en la formación de trabajadores. (Por cierto, tampoco sé por qué se siguen formando trabajadores que luego no encuentran trabajo). La investigación revela la existencia de 59.000 alumnos inexistentes, además de facturas falsas y de apasionantes cursos nunca impartidos. La estafa ha provocado gran indignación, pero a muchos sólo nos provoca curiosidad. Una curiosidad también grande, hay que reconocerlo. ¿Cómo sería España si no hubiera tantos sinvergüenzas por metro cuadrado? Nunca desaparecerá esa intriga. La patronal CEOE, CC.OO. y UGT tendrán que devolver más de dos millones de euros. Nuestra realidad laboral es surrealista: la auditoría ha descubierto cursos tan pintorescos como falsos. Por ejemplo el de entrenador de fútbol para un trabajador de Hunosa o el de especialista de fagot para un obrero de Bazán. Uno de los más firmes pilares de nuestra sociedad es la mentira. ¿Será cierto eso que dijo Ciorán en uno de sus frecuentes momentos eternos de pesimismo, que la mentira es una forma de talento? No se sabe, pero está claro que si se instalara un detector de mentiras a la entrada de las sedes de los partidos políticos se le fundían los plomos. Coincide la divulgación de este hermoso fraude, que ya ha provocado la dimisión de la edil de Empleo de Madrid, con el anuncio del presidente extremeño, Juan Carlos Rodríguez Ibarra, de que si no se restituye el PER está dispuesto a llevar a cabo una reforma agraria para que los jornaleros del campo se conviertan en propietarios de la tierra. Todo eso suena a muy antiguo, pero sigue siendo vigente. Desde mi más dura infancia estoy oyendo eso de ¡arriba el campo!, pero el campo sigue estando en el mismo sitio y en ciertos lugares ha descendido al subsuelo. Quizá lo de pedir tierra y libertad sea mucho pedir. Son dos cosas que sólo le llegan a los pobres a raíz de su fallecimiento.