Diario de León
Publicado por
Fernando Algorri
León

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UNA vez que los hijos se emancipan, se «liberan» de la patria potestad que sobre ellos hacían uso sus padres, desempeñando su tutela, suele ocurrir, en la mayoría de los casos, que no tardan en contraer matrimonio o unirse en pareja y como consecuencia natural crean una descendencia y es entonces cuando sus padres empiezan a ejercer el oficio de abuelos. Es lógico pensar que por ley natural, todo, tarde o temprano, llegaremos a ser abuelos. Debido a los cambios que ha experimentado la forma de vivir en todos los aspectos, social, económico, cultural y laboral, quizá ha afectado de manera más acentuada el modo de vivir de la familia, principalmente porque actualmente suelen trabajar los dos cónyuges y de otra parte la expectativa de los abuelos se ha prolongado habiéndose convertido así en un factor esencial en los cambios intergeneracionales de todo orden desempeñando un papel respecto a los nietos que antes no existía, porque esa responsabilidad correspondía casi siempre a los padres y que ahora, aunque no sea imprescindible, el saber de los abuelos como depositarios y principales transmisores de la tradición, porque son la memoria viva de la historia y de otra parte de los conocimientos que en estos momentos están adquiriendo los nietos bajo nuevos métodos de enseñanza mucho más modernos, como son la informática, los idiomas y las nuevas asignaturas entre otros, aprendizaje que les inculcan desde muy pequeños, infinitamente superior a la que se recibía en generaciones anteriores, da como resultado que esta especie de simbiosis generacional sea altamente provechosa. Así, de forma imperceptible, se están construyendo los distintos peldaños de la vida de manera más armónica entrelazándose los conocimientos de ambas generaciones, contribuyendo a comprender que la paz de la familia debe ser lo más importante. En el mundo clásico la ponderada opinión de los abuelos y la voz de su experiencia fueron siempre escuchadas con gran respeto respaldadas por historias no exentas de ilusión y ternura, quizá por ello sea provechoso que compartan el cuidado de sus nietos en aquellos momentos en que puedan suplir la falta de sus padres por su trabajo u otras razones, y sus hijos deben comprender que lo hacen con todo el amor del mundo y lo que desean es que siempre sea bien aceptado este deseo. Su primera sonrisa, sus primeros pasos, cuando no te dejan de pedir, abuela, abuelo, cuéntame esto, lo otro; la luna les comprarían si pudieran. También sucede que cuando los abuelos están solos, la casa se les echa encima dando la sensación de que está muda y sorda. No existe nada más gratificador que las risas, los juegos, el correr y saltar de los nietos, regalándote de vez en cuando sus besos.Sin embargo, existen momentos en que los abuelos también deben reprenderles por cualquier acto que hayan hecho mal, a pesar de que los caprichos de los nietos siempre son órdenes para los abuelos. Cada vez más, el tener abuelos es considerado un privilegio y cada vez más se confían los nietos a los abuelos, ya sea los sábados para comer, recogerlos y cuidarlos a la entrada y salida del colegio o con cualquier otro motivo. En las vivencias de los abuelos con sus nietos existen opiniones para todos los gustos, pero lo que no ofrece ninguna duda es que ejercer de abuelos actualmente conlleva cierta responsabilidad, además de comprometerse a ofrecer tiempo, ayuda, comunicación, afecto, experiencia, memoria, asesoramiento y en todos estos ofrecimientos pueden desempeñar la labor de cuidadores, educadores, compañeros de juegos, historiadores, consejeros, guías, confidentes y cualquier otra tarea que pueda resultar beneficiosa para sus nietos. En el ejercicio de ser abuelos todo tiene cabida y aunque a veces pudiera ser una profesión comprometida, los abuelos la realizarán siempre con sumo agrado. Es interesante recordar el Decálogo de los Abuelos que figura en una revista dedicada expresamente para personas mayores, editada en la Comunidad de Castilla y León: «Saberse callar a tiempo. Tener la cartera abierta. Perder algunas veces tus derechos. Hacer que los hijos nos vean como padres y también como amigos. Saber mandar pero sin autoritarismo. Llevarse bien y confiar con yernos y nueras. Tener tiempo para escucharles. Que sepan que estás ahí, cuando lo necesiten. No pensar que siempre tenemos razón. Darles todo el cariño del mundo y... lo demás vendrá por añadidura». «El mejor medio para hacer buenos a los niños es hacerles felices».(Óscar Wilde).

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