Ebullición parlamentaria
EL Congreso de los Diputados recupera su condición de gran escenario o escaparate de los problemas nacionales, y ello se debe, más que a la voluntad expresa del Gobierno, comprometido en campaña electoral a que el Parlamento se convirtiera en centro gravitatorio de la política, a una serie de coincidencias nada fortuitas, como la inminencia del debate sobre unos Presupuestos Generales muy controvertidos o el amparo concedido por el Tribunal Constitucional al grupo socialista frente a la negativa de la Mesa del Congreso, de mayoría «popular», a la comparecencia de dos presidentes de empresas públicas privatizadas, Villalonga, de Telefónica, y Martín Villa, de Endesa. La sentencia del TC sostiene que la soberanía nacional recae en los parlamentarios y no en la Mesa de la cámara, por lo que ésta habría violado derechos fundamentales recogidos en el artículo 23 de las Constitución, cuyo párrafo primero dice así: «Los ciudadanos tienen el derecho de participar en los asuntos públicos, directamente o por medio de representantes, libremente elegidos en elecciones periódicas por sufragio universal». A las pocas horas de conocer la sentencia del TC, el grupo socialista no sólo ha decidido pedir nuevamente la comparecencia de Villalonga y Martín Villa sino también la de sus sucesores respectivos, César Alierta y Manuel Pizarro, junto a otros cinco presidentes más, y entre ellos Francisco González, del BBVA, a todos los cuales les atribuye, como clave de sus nombramientos, su proximidad ideológica o amistosa al PP. Va a ser complicado, sin embargo, articular estas comparecencias, un lustro después de haber sido rechazadas, pero el PSOE sabe que el amparo que ha recibido del TC le permite morder sañudamente en un flanco debilitado del PP. Hervían ayer por la mañana algunas conversaciones en los pasillos del Congreso, y no porque fuera a votarse el «decretazo» corregido/desmantelado, sino por el cruce de retos entre Zapatero y Aznar, animando éste a aquel, maliciosamente, a que defienda en la tribuna la alternativa socialista a los Presupuestos del Gobierno, si es que la tiene, lo que el presidente duda, y recomendando aquel a éste que rectifique las previsiones presupuestarias para el 2003, intentando ajustarlas a la realidad, de la que no parecen muy cercanas, según acreditadas opiniones, tanto de nuestro banco central como de organismos financieros internacionales. No habrá duelo al sol entre los dos líderes sino entre el Gobierno y el PSOE. Puede adelantarse, sin embargo, que si el PSOE parece aún verde para vencer al Gobierno en un debate presupuestario, el Gobierno carece de argumentos sólidos en los que apoyar su voluntarismo económico.