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Publicado por
Enrique Curiel
León

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MATER dolorosa», la obra de José Álvarez Junco, obtuvo el miércoles el Premio Nacional de Ensayo. Un trabajo brillante, polémico, libre, crítico y de difícil ubicación política, sobre la identidad española y su proceso de construcción a lo largo de los siglos XIX y XX. Conozco bien a José Álvarez Junco, Catedrático de Historia del Pensamiento Político en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad Complutense de Madrid, desde que, a finales de los años sesenta, nos introducía en el conocimiento de la historia de las ideas políticas desde Maquiavelo hasta Marx. Era uno de los ayudantes de nuestro catedrático Luis Díez del Corral. Como si se tratara de levantar acta involuntaria de la aguda crisis de Estado en la que todos nos vemos envueltos, el libro de Álvarez Junco nos sirve de advertencia para conocer los caminos que no deberíamos recorrer una vez más. La verdad es que se nos está rompiendo entre las manos el intento puesto en pie hace veinticinco años. Si fracasamos de nuevo poco importará recordar dentro de otros veinticinco años quién fue Garzón, Arzalluz, Aznar o Pujol. Rodeados de fundamentalistas de uno y otro signo, y de insensatos que lo ignoran todo sobre la complejidad de España y de su transición, están utilizando el poder que tienen para hacerlo todo imposible. Dice Álvarez Junco que una «nación» designa aquellos grupos humanos que creen compartir unos rasgos culturales comunes -lengua, raza, historia, religión- pero también con un factor subjetivo añadido como es el de sentirse y querer ser «nación». Se trata de ese «plebiscito cotidiano», como lo llamó Ernest Renan -citado por Junco- es decir, la «decisión diaria de ser franceses». El problema político de nuestro esquema constitucional vigente consiste en que requiere el diálogo y el consenso continuo para que pueda funcionar y crear espacios crecientes de confianza política mutua. Las «benditas imperfecciones» del Título VIII de la Constitución Española, en palabras de Rodolfo Martín Villa, nos deberían permitir un margen de maniobra suficiente para avanzar en su desarrollo equilibrado. Una España democrática no existirá contra Galicia, Cataluña y Euskadi, ni las tres nacionalidades contra España. ¿Por qué produce escándalo el diálogo entre Fraga y Beiras?, ¿a quién le inquieta que diferentes ideas de España puedan encontrarse?, ¿acaso es más útil pedir el procesamiento de Arzalluz y del gobierno vasco?, ¿qué sentido político tiene acusar al PNV de planear la limpieza étnica en el País Vasco como se afirma desde ámbitos próximos al PP?. Baltasar Garzón es un juez, pero sólo un juez. Tiene que perseguir el terror, pero ni puede ni debe dirigir la compleja política del Estado.