Vendiendo futuro

EL candidato socialista al Ayuntamiento de León quiere resucitar la plataforma por una vivienda digna, mientras el concejal de Urbanismo ofrece una ciudad superpoblada gracias a las varitas mágicas del nuevo PGOU y un anticipo de 10.000 nuevas viviendas para dar cobijo al personal. La ciudad que nos pintan con grandes palabras de cartel se despega de día en día de la ciudad real. Los vuelos electorales son demasiado altos para que avisten con precisión los problemas reales, tangibles, los que laten de verdad en el corazón y en el bolsillo de los ciudadanos. Todo es grande; mayormente el futuro que nos espera en esta ciudad que va duplicar su población (¿alguien da más?) en los próximos 15 o 25 años. Ese mensaje de que todo crece (cuando el censo de población, tozudo, sigue diciendo que merma, año tras año) es como una inyección de optimismo, el suficiente para que los ciudadanos sientan que es imposible un mundo mejor. La única esperanza de León, triste, es crecer a costa de los pocos habitantes que quedan en los pueblos. Y crecerá, pero a tiempo parcial; mientras dure el frío en el campo, de noviembre a mayo. La vivienda funciona ya como gancho electoral; en estos momentos es puro marketing de campaña y sigue siendo el negocio más próspero de constructoras y bancos, los motores económicos de la ciudad, al margen del parque burocrático. Fernández debería recordar que la última vez que se tocó a rebato por una vivienda digna el polígono de Eras de Renueva, de lejanos antecedentes sociales, se transformó por obra y gracia de Gesturcal y los contructores en una de las zonas más caras de la ciudad. El eslogan resulta un poco caduco para los tiempos modernos y de glamour PP, capaz de convertir en virtud la vergüenza de que no se hayan construido pisos protegidos en las últimas décadas, sólo porque en plena precampaña se anuncia la friolera de 700 viviendas (ni el 10% de las que hay previsto levantar a corto plazo). Vender la realidad es más difícil que vender el futuro.