Diario de León

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Las cosas de comer

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León

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HA sucedido. Ya se está debatiendo abiertamente el coste económico de la independencia del País Vasco. Se manejan cifras con una alegría escalofriante. Se vaticina qué número de productos vascos dejaríamos de comprar los españoles. Se hacen cálculos sobre el número de pensionistas que habría que atender sólo con recursos de la Comunidad. Se avisa de que el banco insignia pasaría a tener su sede social en Madrid. Se comunica oficiosamente que el gobierno Aznar ordenaría a otras empresas que abandonaran Euskadi con el fin de llevar a la asfixia a la hacienda pública vasca. Esto es la guerra. La guerra sicológica y la guerra económica. Me pregunto si el origen de estas informaciones está en el gobierno Aznar; es decir, si el gobierno las está inspirando. Si así fuese, es que el gobierno piensa que el Estado Vasco puede ser proclamado en cualquier momento, y hay que empezar una gran actuación propagandística sobre la población: avisarle que Ibarretxe no promete ningún paraíso, sino un escenario próximo a la pobreza. Desde ese punto de vista, está bien: se están dando argumentos a los no nacionalistas para participar en discusiones, aunque sean de vecinos. Pero inquieta otra cosa: que la medicina pueda resultar peor que la enfermedad. Si se abre el debate del coste económico de la independencia, hay que hacerlo con rigor, y no sólo con filtraciones periodísticas. La operación mediática que se ha iniciado tiene dos grandes riesgos: uno, el de aumentar el número de partidarios, porque se transmite la idea de que es algo inmediato, aunque Arzalluz lo niegue. Y el segundo, que se obligue a los nacionalistas más convencidos a elegir entre independencia y mantenimiento del actual bienestar económico. Es la famosa disyuntiva entre libertad y huevos fritos. ¿Saben ustedes de alguien en la historia que, ante esa opción, haya elegido los huevos fritos?

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