Diario de León
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León

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DESDE aquel aciago 11 de septiembre del 2001, no se puede llegar a Nueva York sin un pellizco en el corazón. Cruzando el puente Queensboro que conduce al corazón de Manhattan ya salta a la vista, en el horizonte, la evidente ausencia de las torres gemelas del World Trade. Es como si un decorador delirante hubiese retirado precisamente los elementos principales de un paisaje por lo demás inalterado y fascinante. Obvio es decir que Nueva York ha recobrado su increíble energía. En el entorno mismo del gigantesco hoyo -tumba de las Twin Towers que algunos turistas aún vienen a visitar para comprobar que no hay nada que ver, que sólo pueden constatar el vacío, la carencia, el fantasma de los edificios- la actividad es tan excesiva como lo era la víspera de aquel «martes negro». Un año después, no quedan, en los vecinos edificios de vidrio, ni tan siquiera salpicaduras del mayor derrumbe arquitectónico de la historia si exceptuamos evidentemente el desplome de la mítica torre de Babel¿ Estoy aquí invitado por Naciones Unidas, al igual que unos veinte expertos venidos del mundo entero -entre ellos, ademas de reconocidos economistas, los presidentes internacionales de Cáritas, de la Oxfam y de ATD Cuarto Mundo-, para participar en el segundo Forum para el Desarrollo Social. Lo organiza el Departamento de asuntos económicos y sociales de la ONU. Se trata de un seminario cerrado de dos días al que sólo asisten y en que sólo intervienen las personalidades invitadas las cuáles, por turno, van exponiendo su propia visión del problema y respondiendo a las preguntas de todos los demás. De este largo brain storming se sacan una serie de conclusiones que, en un último tiempo, se exponen a los delegados de todos los paises representados en la ONU. Ha sido apasionante constatar, a orillas del East River, en el seno mismo del soberbio edificio de las Naciones Unidas inmortalizado por Alfred Hitchcock en North by North-West («Con la muerte en los talones»), la inmensa diferencia entre el tema capital del desarrollo social y el que de hecho preocupaba a los delegados: la guerra inminente con Irak. He podido verificar in situ, siguiendo la evolución del propio secretario general Kofi Annan, cómo la mínima declaración de un portavoz cualquiera de la Casa Blanca tenía repercusiones sísmicas en la ONU. Mientras que el destino de los mas de tres mil millones de pobres del planeta dejaba a la mayoría de los delegados perfectamente indiferente. El departamento de asuntos económicos y sociales me había confiado la responsabilidad de presentar al conjunto de los delegados de la ONU, en la sala plenaria, algunas de las conclusiones del Forum. He empezado recordándoles que la ayuda de los países ricos a los pobres del Sur representa apenas, en término medio, el 0,22% de su producto interno bruto (PIB) cuando todos se habían comprometido, a finales de los años 1960, a consagrar para erradicar la pobreza del mundo, el 0,7% de su PIB. Los más ricos son los que menos contribuyen: Francia y el Reino Unido dan cada una apenas el 0,32%, Japón el 0,28%, Alemania el 0,27% y Estados Unidos ¡menos de 0,10%! Les he dicho, enfin, que la ONU, cuya existencia es mas necesaria que nunca, está hoy doblemente amenazada. En primer lugar por Estados Unidos, que habiendo asumido su estatuto de Imperio soporta cada vez menos la existencia de un juez de paz o de un arbitro independiente, y quiere a una ONU entregada, sometida y obediente. Y en segundo lugar, por los pobres de la Tierra que comprueban día a día cómo la ONU no habla en nombre de los ciudadanos sino en el de los gobiernos y hasta de las empresas. En esos dos frentes, lo he podido comprobar estos días en Nueva York, la ONU está perdiendo credibilidad y legitimidad. Y las perderá aún más si, siguiendo el capricho de un Emperador desquiciado, se rinde y accede a dar luz verde al proyecto de guerra contra Irak.

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