EN BLANCO
Sin acritud
AL calor nostálgico del veinte aniversario de la llegada del PSOE al poder, el leonés José Luis Rodríguez Zapatero ha sido ascendido a los altares socialistas, tras su proclamación como candidato a las elecciones del 2004. Mucho ha llovido desde aquel mes de octubre del año 1982, cuando el joven Felipe González y su troupe de innovadores se hicieron con las riendas de un país al borde de la bancarrota moral, sacudido hasta los cimientos por las trifulcas de la extinta UCD de Adolfo Suárez. Ante la sorpresa general, los socialistas consegui- rían asentar los cimientos del Estado de Bienestar durante su prolongado mandato, fulminado finalmente a causa de los escándalos de corrupción y un cortocircuito mental provocado por la saturación y el puro desgaste. Pero ahora, una vez que el carismático Felipe ha sido relegado al pan- teón que se reserva para las viejas glorias, el PSOE ha acertado de pleno con la elección como líder de este leonés de estilo templado y que larga su recitado político sin la menor acritud, en la que era frase favorita de su antecesor en el cargo. Zapatero es un hombre tranquilo, con fama de buena persona y que cuenta con un variado repertorio de fotogénicas sonrisas, tal como demostró durante su consagración en el madrileño coso de Vista Alegre. Se trata de un tipo al que, sin dudarlo lo más mínimo, uno le compraría un coche de segunda y hasta de tercera mano. Y no es escaso bagaje en estos tiempos en los que tres ocurrencias, un chiste y un par de mentiras convierten a cualquiera en un político de pro.