Honestidad a la fuerza

AYER se publicó una pequeña noticia: dos diputados del PP serán nombrados asesores externos de una empresa de construcción y otra de seguridad. Se trata de Fernando López Amor y de Francisco Antonio González. Todo se hizo legalmente y con transparencia. Ambos habían solicitado autorización a la Comisión del Estatuto de los Diputados, que no encontró objeciones a su petición. En los próximos días, el Pleno del Congreso tenía previsto ratificar la autorización, y se acabó la historia: los señores López Amor y González mejorarían un poco su situación económica. La noticia, teniendo todas las bendiciones legales y de procedimiento, tuvo un pecado original: fue publicada. Y cuando algo se publica, parece que lleva dentro todos los gérmenes de la maldad. Lo que era normal para los dos señores diputados comenzó a ser poco ético al verse en letra impresa. Lo que era una solicitud digna de ser autorizada por la Comisión del Estatuto, empezó a sonar como una extraña mezcla de interés público y privado. Y todo eso rebotó en las altas esferas del poder y cayó la sentencia: López Amor y González debían abstenerse de entrar en el paraíso terrenal de la asesoría privada. En consecuencia, ambos diputados dimitieron de forma absolutamente voluntaria. Sólo pasaron unas horas desde la publicación de la noticia. Ejemplar, ¿verdad? Sí que lo es. Nadie podrá decir que el Partido Popular no cuida la ética. En cuanto ve algo sospechoso, actúa de forma contundente. Y lo mismo hacen, como podemos ver, sus cargos representativos. Sólo hay una cosa que me inquieta: estos cuidados morales, sólo surgen cuando un periódico avispado los descubre. Si no se hubiera descubierto, ni el partido ni los diputados se encontrarían incómodos en su nuevo trabajo. ¿No les parece curioso? En mi pueblo a eso le llaman «honestidad a la fuerza».