IES Fernando I, injustamente denostado
Como actual profesor del IES Fernando I de Valencia de Don Juan y antiguo alumno de este centro educativo, donde finalicé mis estudios de Bachillerato (BUP) a comienzos de los ochenta, contemplo con tristeza y estupefacción cómo el entonces denominado Instituto Nacional Mixto de Bachillerato Fernando I, prestigioso donde los hubiera por su destacado nivel de enseñanza, se ha convertido últimamente en blanco incesante de críticas y desdén provenientes de un amplio sector de la comunidad educativa, incluidos los propios alumnos y sus padres. Los problemas de organización que dificultaron el inicio del curso pasado, llegando incluso a ser utilizados como arma arrojadiza en sesión de pleno en las Cortes de Castilla y León, han servido, asimismo, de acicate en el empeño de algunos por deteriorar la imagen de esta digna institución escolar.
No cabe duda de que la sociedad en su conjunto ha sufrido una brusca transformación en los últimos tiempos, particularmente el sector de la enseñanza y la actividad cotidiana que se desarrolla en los centros escolares, que son, a mi entender, una suerte de microcosmos reflejo de la realidad que se vive tanto en la calle como en ámbito familiar. Por otra parte, el constante goteo de leyes educativas promulgadas indiscriminadamente, sin que los políticos de turno hayan sido capaces de dar ejemplo a nuestros jóvenes a la hora de alcanzar un pacto por la educación, ha contribuido, en gran medida, a una merma de la calidad del sistema educativo y el consiguiente desprecio de los alumnos hacia valores esenciales en su desarrollo personal, tales como la cultura del esfuerzo y el espíritu de superación, así como el acatamiento de unas normas básicas de convivencia de las que, en no pocos casos, carecen en sus hogares.
Los estudiantes de Educación Secundaria, pertenecientes a la denominada «generación Z», se encuentran a sus anchas alentados por un sistema educativo excesivamente laxo y alienados, al mismo tiempo, por el uso de las nuevas tecnologías, sobre todo las redes sociales. No debe extrañarnos que sitúen la formación académica en los últimos puestos de su particular ranking de prioridades, favorecido por la sobreprotección que algunos progenitores ejercen sobre ellos y la falta de comunicación, e incluso confrontación, que a veces se produce entre padres y profesores, todo lo cual suele traer consigo recurrentes comportamientos disruptivos de los alumnos dentro y fuera del centro escolar. Desgraciadamente, la figura del docente como modelo a seguir ha pasado a la historia y el desprestigio de esta profesión entre la opinión pública continúa aumentado exponencialmente. Algunos pseudo-expertos en el campo de la educación pretenden que los centros escolares pasen a convertirse en el «bálsamo de fierabrás» que resuelva los problemas que los alumnos arrastran tras de sí desde el exterior.
Los estudiantes de Educación Secundaria, pertenecientes a la denominada «generación Z», se encuentran a sus anchas alentados por un sistema educativo excesivamente laxo y alienados, al mismo tiempo, por el uso de las nuevas tecnologías, sobre todo las redes sociales
Como es sabido, el cierre de los centros educativos durante el tercer trimestre del curso pasado debido a la pandemia provocada por el covid-19 sustituyó, de la noche a la mañana, la enseñanza presencial por un supuesto aprendizaje online . La mayoría de los alumnos supieron aprovechar la ocasión para sacar adelante el curso sin apenas trabajar, incluso aquellos que ya arrastraban un considerable número de asignaturas suspensas durante los dos primeros tercios del periodo lectivo. Los profesores éramos conscientes de lo que estaba ocurriendo, siendo sobrecargados de una ingente cantidad de burocracia y, además, ninguneados por la Administración. A pesar de ello, redoblamos nuestros esfuerzos y nos limitamos a seguir religiosamente, como servidores públicos, las instrucciones que recibíamos desde instancias superiores.
Una buena parte de los alumnos comenzaron el presente curso escolar con el convencimiento y la esperanza de que, al poco tiempo, se produciría un nuevo confinamiento total y que volverían a superar otro curso «de bóbilis, bóbilis». Afortunadamente, esto no ha sido así hasta ahora, lo cual ha propiciado una rabia contenida, especialmente entre los malos estudiantes. Es justo reconocer que, como consecuencia del confinamiento sufrido el curso pasado, bastantes alumnos han perdido el poco hábito de estudio que aún les quedaba y, por otro lado, se han encontrado este año con enormes lagunas en las distintas materias. Algunas familias creen haber encontrado la panacea trasladando a sus hijos a centros educativos donde se les ofrezca una mayor facilidad para superar con éxito la ESO o el Bachillerato, independientemente de la calidad de la educación que reciban. Es lamentable que se transmita a los adolescentes el mensaje de que es más importante aprobar que esforzarse, en lugar de inculcarles que las metas han de alcanzarse con dedicación y sacrificio personal.
Por muchas leyes educativas que pasen por delante de nuestros ojos, por muchos cambios que la sociedad experimente, o por cualquier otra ocurrencia que surja en la concepción de la educación, estoy plenamente convencido de que en el IES Fernando I siempre se ha impartido, y se sigue impartiendo, una enseñanza de calidad en manos de un profesorado involucrado y comprometido con la formación integral de su alumnado.
Resulta obvio que el funcionamiento y organización de cualquier centro educativo son mejorables, y el IES Fernando I no es una excepción. Por ello, la comunidad educativa en su conjunto tiene la obligación moral de contribuir, también desde la crítica constructiva, a elevar nuestro instituto a la categoría que se merece y aprender a valorar lo que tenemos. Para lograr este objetivo, los profesores pedimos a la Administración educativa un poco más de atención y refuerzo positivo, de tal forma que podamos seguir llevando a cabo nuestra tarea con la mayor excelencia e ilusión posibles.