La memoria de Mariano Domínguez Berrueta
Escribo esto para explicar el porqué de lo que sucedió y las falsas acusaciones de que era franquista. Podría extenderme sobre las razones leonesas que llevaron al nombramiento de la calle y a biblioteca, pero sé que en el mundo actual lo que prima es lo morboso, el hecho de que personas acusen injustamente a un Hijo Adoptivo de la provincia, patrimonio pues de todos los leoneses y parte de su historia desde 1906 asta 1956.
Y cuando me refiero a acusaciones injustas me refiero a palabras dichas que califican como «inquisidor» a Don Mariano Domínguez Berrueta, o al abogado Eduardo Ranz que parece mas bien haberse basado en las dos cosas que le interesaban sin tener en cuenta historia, contexto social ni hechos anteriores y posteriores, que bien importantes son.
Comienzo una breve historia de la cual hay testimonio, un testimonio que parece obviarse. Efectivamente esa censura existió, hay documentación que lo atestigua y que no voy a negar. Sus propias palabras están por escrito en las Actas de la Fundación Sierra-Pambley, fols. 7, 8 y 9. Y éste parece ser el motivo por el que quieren retirar su nombre del callejero. A lo cual, y entro ya en lo que se obvia, es que Mariano Domínguez Berrueta fue juzgado por el franquismo. Cito del libro La represión de postguerra en León , de Wenceslao Alvarez Oblanca, página 78 : «Por la misma se aconsejaba ampliar informes sobre Mateo Barallo Perez, y en la Dirección, Mariano Dominguez Berrueta era sustituido por Joaquín López Robles, por orden de 18 de noviembre de 1936 (BOE 21 de noviembre).(...) Militó en el partido de Merino (liberal), llegando a ser Diputado Provincial dos veces; en la última lucha electoral trabajó algo por el diputado portelista General Martínez Cabrera (Jefe del Estado Mayor Central del Ejército por parte republicana). Es hombre de grandes recursos y sabe sortear muy bien el incumplimiento del reglamento. Es muy competente y católico (palabras del Gobernador Civil de Santa Cruz de Tenerife, Francisco de la Roche).
En los cargos que se le imputaron habían causas políticas, y otras administrativas. Entre las primeras, se le vinculaba a Hipólito Romero Flores, azañista. Y se alegó que en las elecciones de 1933 había hecho propaganda del Candidato Castrillo, y en 1936 del portelista Sr. Martínez Cabrera, subsecretario entonces del Ministerio de la Guerra, visitando juntos algunos pueblos. Era socio del Ateneo obrero de León y colaborador de su revista(...) Sin embargo, no pudieron confirmarse los cargos políticos ni los administrativos, y sólo quedó constancia de su «inconsistencia de ideales». Por eso, en la Orden de 17 de junio de 1937 (BOE 18 de junio) fue confirmado en su cargo, aunque inhabilitándole para cargos directivos y de confianza.»
Y aquí es donde yo siempre me hago las mismas preguntas: ¿quién, después de ser juzgado y librarse de morir ejecutado como compañeros suyos (Manuel Santamaría Andrés por ejemplo) expone de nuevo su vida negándose a cumplir las órdenes de un régimen fascista que ya sabes cómo actúa?
Es aquí donde acontecen los hechos, siendo él archivero y bibliotecario. Cito de Educadoras y educadores en León al filo de la Guerra Civil de Raquel Poy Castro de Ediciones Universidad Salamanca, pag. 191 : «Según consta en las Actas de la Fundación, la Gestora Provincial de la Diputación Provincial designa a Domínguez Berrueta para que «proceda a la revisión y censura de las Bibliotecas que dependen de la Fundación y una vez efectuado se remitan los catálogos de las obras autorizadas a sus encargados indicando en anexo aparte aquellas que por su carácter y tendencia han de ser suprimidas cumplido lo cual volverán las citadas bibliotecas a funcionar con el carácter y en la extensión con que antes lo hacían».
Es ese verbo el que hace que cambie todo: designar. Fue la Gestora de la Diputación Provincial la que ordenó a Don Mariano efectuar esa purga. Y aquí es donde yo siempre me hago las mismas preguntas: ¿quién, después de ser juzgado y librarse de morir ejecutado como compañeros suyos (Manuel Santamaría Andrés por ejemplo) expone de nuevo su vida negándose a cumplir las órdenes de un régimen fascista que ya sabes cómo actúa? ¿a quién sino a él podían mandárselo? ¿Quién no haría una purga de libros con tal de permanecer junto a su familia? Máxime si cabe que te están designando, nunca por iniciativa propia. Es ahora cuando puedo referir esas preguntas a los que me lean, a los que dicen que mi tatarabuelo era franquista, a los que acusan de inquisidor a esa persona, a los que señalaron antes de informarse y añadir una pregunta mas: ¿qué hubieran hecho ustedes,si tan valientes se consideran?
A partir de aquí podría destacar todo lo que fue su vida antes y después de estos hechos. Como Unamuno se carteaba con él y venía a su casa cuando se enfadaba con su hermano Juan Domínguez Berrueta en Salamanca, como recibía a Lorca y mantenían sus charlas, también en su casa, cuando venía con su también hermano Martín Domínguez Berrueta (que efectivamente Lorca dormía en el París, pero Martín dormía en la casa de su hermano, como era menester), cuando se fue con ellos a dar charlas en el Instituto Libre de Enseñanza en Madrid...
Cuando se hizo amigo de Falla, Machado o Dalí... muchas historias que ocuparían al lector mas tiempo del que demanda el origen del texto.
Ante lo cual sólo puedo añadir eso de «dime con quien andas....»
Lo único que me sale del pecho es respeto a esa verdad, respeto a una persona a la que se juzga 80 años después por un hecho en un contexto bélico, un hecho que le obligaron a hacer. Y parece que ese hecho no voluntario define a una persona que pasó 50 años luchando, defendiendo y describiendo una tierra, unas gentes, unos valores y un reino que ya en 1906 era nuestro por derecho propio. El novio de la Catedral, el hombre que en 1923 reivindicó León en un manifiesto dirigido al Gobierno, el diputado liberal por León y no por Asturias o Castilla, el que más empeño puso en organizar el aniversario del Passo Honrosso en 1934, el recopilador del Cancionero Leonés, uno de los fundadores y directores del Diario de León, cronista oficial de nuestra tierrina con muchos ejemplares publicados, fanático de su Cultu, el Hijo Adoptivo de la provincia de León y medalla de plata de la misma. Un hombre que amó León y a los leoneses hasta su última letra, alguien definido como «hombre de la generación del 98» por su propia hija Águeda. ¿De verdad se puede obviar toda una vida de dedicación y dejarla en el olvido por algo que te obligan a hacer? ¿Es que el legado que esa persona nos dejó como patrimonio a todos los leoneses en forma escrita ( y por la cual le dieron nombre a una calle al lado de su amada catedral) no justifican 50 años de trabajo y esfuerzo?
No solo lo morboso vale. Sean fieles a una historia completa, no a un detalle concreto, porque nadie podría hacer un resumen de El Quijote leyéndose las tres páginas de en medio.