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Publicado por
Enrique Ortega herrero, psiquiatra y escritor
León

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No es que Pablo se haya caído del caballo y le haya ocurrido lo mismo que le ocurrió a su santo homónimo, no, es que el caballo le ha arreado una coz monumental en la parte donde la espalda pierde su casto nombre, es decir en todo el culo.

Pero, ¿quién es el caballo que ha osado propinarle tamaña patada? A decir de algunos, se trata de un tal Pedro, «un enemigo amistoso» a quien el tal Pablo no solo le dificultaba dormir a gusto sino que le provocaba unas terribles pesadillas, tales como pretender, a veces, llevarle la contraria, e incluso restarle protagonismo, que eso no se lo podía consentir de ningunas de las maneras. Que no cabían dos «narcisos» contemplándose, a la vez, en el espejo.

Para otros, es la realidad que, muy tozuda ella, no ha consentido que le revienten las costuras de sus vestimentas. Y hay, también quienes aseguran que ha sido una coz de origen interno, procedente del caballo de su narcisismo herido y cautivo de sí mismo.

Es posible, además, que en el ruedo donde se ejerce su oficio haya tenido miedo del morlaco que le ha revolcado y a cuyos pitones, como puñales, teme más que a nada. Porque una cosa es el toreo de salón, cuyo postureo (actitud artificiosa e impostada que se adopta por conveniencia o presunción, según la RAE) y cuyos desplantes le envanecían, jaleándose a sí mismo, y otra muy diferente, cual es la de bajar a la arena, al albero de la plaza y enfrentarse al toro de los problemas reales, auténticos de la gente, a la verdad desnuda, desprovista de las apariencias que él había vestido a su imagen y semejanza, y para mayor gloria de sí mismo.

Es por eso que se ha cortado la coleta, otrora símbolo de su valentía de salón, de aplausos enardecidos en plazas afines a sus deseos, con el verbo florido, henchido de una distopía compuesta de algunos ingredientes veraces, de indudable valor pero aderezados con mentiras, con odio molido y falsas promesas que han acabado por convertir sus sueños en una pesadilla.

Él ha olido el fracaso, ha temido la coz del rechazo de quienes ha seducido primero y defraudado después. Sabe que muchos no le perdonan la traición de convertirse en lo que denostaba, la casta; de alejarse de lo que propugnaba y presumía, del pisito modesto en un barrio obrero al casoplón propio del asqueroso y opresor capitalista; aunque también él sabe que ése es el deseo de casi todos quienes le critican enarbolando el valor de la justicia social, pero ocultando la envidia que les enardece al no conseguir lo que ansían. Por sus obras los conoceréis.

Pero eso no quiere decir que, al cortarse la coleta, haya renunciado a sus auténticos principios, no. Solamente ha cambiado de escenario, buscando, después de la coz, llevar a cabo la hoz y el martillo de sus ambiciones. Seguirá con el mantra que tan buenos resultados le dio en un principio. Seguirá proponiendo y vendiendo fórmulas compuestas de un elixir maravilloso que, por arte de magia, resuelven cuantos problemas sociales, políticos y humanos en general (los divinos no los toca, de momento) puedan presentarse en una sociedad dominada por unos líderes cuyos principios difieren de los suyos, y por tanto están equivocados.

Seguirá, sin duda, enriqueciéndose, al mismo tiempo que maldecirá a quienes, según él, generan la pobreza de los demás. Así es la vida, vivir para ver. Seguirá proclamando, con voz meliflua o airada, según, que su verdad le proporciona la fuerza para intentar cambiar la injusticia del mundo que le rodea, víctima de los poderosos, al tiempo que él aspira a conseguir mayor poder. Y es que, ya se sabe, aunque la mona se vista de seda, mona se queda.

Es muy posible que, aunque en su nueva actividad se aleje de la política activa, ejerza de político entre bastidores. Y al no renunciar a ella, los equilibrios que haga para estar lejos y cerca al mismo tiempo del fuego, sin enfriarse ni quemarse tampoco, serán dignos de ser observados. Un líder como él, por muy populista que se le defina y se le rechace, no abandona su pasión así como así. Cambiará, ya digo, de escenario, de decorado o de arma en su lucha, pero seguirá buscando el triunfo, su triunfo que, obviamente, no será el que se desprenda de sus soflamas, de sus denuncias y ataques al sistema democrático establecido (cuyos defectos, limitaciones, e incluso injusticias hace muy bien en denunciar) aunque se le llene la boca de la defensa al débil y al oprimido. Que una cosa es predicar, y otra dar trigo.

En la estructura de su personalidad, quizás en su ADN, está inscrito su objetivo, acaso su razón de ser. No se puede esperar de él una cura de humildad, ni una conversión paulina; tampoco haría falta. Lo mismo que no es de esperar que el pirómano se convierta en bombero. Bastaría con la renuncia a sus métodos incendiarios.

Para los optimistas e ilusos, Pablo madurará y pondrá su inteligencia al servicio y beneficio de la ciudadanía. Para los realistas, y ya no digamos para los pesimistas, teniendo en cuenta que ‘la cabra siempre tira al monte’, Pablo será, con coleta y sin coleta, siempre un «….» (rima con poeta).