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Publicado por
Matías González, sociólogo
León

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Aún resuenan en mi cabeza aquellas algaradas promovidas por los intelectuales de la ceja, portavoces de la izquierda psoecialista, contra la alineación del Gobierno de Aznar con los de EE UU y Gran Bretaña para hacer frente a la amenaza islámica que se cernía sobre Occidente a raíz de los atentados del 11-S. Fue aquello que se llamó la foto de las Azores de Aznar con Blair, laborista, y Bush, conservador, lo que precipitó la oleada de críticas al Gobierno del PP por lo que consideraba la izquierda un posicionamiento en favor de la guerra contra el Islam, personificado de aquella por Sadam Hussein. Ese movimiento cristalizó tras los trágicos atentados de Atocha, y las subsiguientes algarabías contra el Gobierno, en el resultado de las elecciones de 2004 que llevaron al poder al Sr Rodríguez, para qué más, de nefasto recuerdo.

La propaganda que agitó esas sucesos se alimentaba de la necesidad de mantener a España al margen del conflicto con el integrismo islamista, con eslóganes tan simplistas como falsos ‘No a la guerra’ pero muy aptos para el tipo de elector que secunda a la izquierda en España. Evitar la guerra, o sea, el conflicto, es una objetivo muy venerable pero en el mundo de la política, y también en el cotidiano, la realidad obliga a aptitudes agresivas si se quiere conservar lo que se tiene. Ese pacifismo de salón, que encandila a los seudointelectuales de izquierda, se bautizó con un nombre que describe la mayor parte de la acción del Gobierno de Rodríguez, el buenismo. Que no es otra cosa que considerar que el camino más acertado en política es contemporizar, o sea, transigir, aún a cambio de perder.

Pues bien, veinte años después, ya empezamos a conocer los frutos de esa cosecha. El triunfo de la política de apaciguamiento del PSOE, tanto en el interior con los catalanes, como en el exterior con los islamistas, nos ha llevado a esta crisis que acaba de explotarle en las narices a otro Gobierno de la rosa colorada, el del ‘doctor cum fraude’. El abandono de la alianza con los líderes de Occidente, EE UU y Gran Bretaña, en su cruzada contra el yihadismo por parte de los sucesivos gobiernos del Reino de España, entre lo que hay que incluir al del señor Chapapote, ha reducido a la irrelevancia internacional a nuestra nación.

Hasta tal punto ha llegado esa irrelevancia que cuando se precipita la crisis de Ceuta que ahora nos preocupa el Gobierno de EE UU, sin disimulo alguno, se declara aliado de Marruecos antes que de España. Y ello a pesar de la pertenencia de España a la Otan, la organización que aglutina la defensa de Occidente y del islamismo de su oponente, el Reino de Marruecos. Pero es que Marruecos si se ha comprometido en serio a luchar contra el integrismo de los yihadistas y por eso sus intereses son prioritarios para Washington.

Así que el fruto de esta crisis ya está en la mesa aunque será un secreto de Estado durante muchos años. Marruecos conseguirá de la previsible claudicación del Gobierno Sánchez su objetivo inmediato, la legitimación de su apropiación del exSahara Español. No se atreverá de momento a asaltar la ciudadela de Ceuta porque ese es el último de los envites y se supone que va unido al problema de Gibraltar y aún le quedan unos años para madurar.

La estrategia del Gobierno del PSOE, a diferencia de la del PP, que se limitaba a escurrir el bulto, es que presume de simpatizar con la causa de los saharauis, algo tan inepto como pretender ser amigo del enemigo de tus amigos. A la intelectualidad de izquierda no parece importarle mucho la pérdida del Sahara, como tampoco le importará la de Ceuta, y hasta la de Cataluña y lo que venga, con tal de pisar las moquetas de la Moncloa. Y mientras el Reino de España prosigue su lastimoso derrumbe hacia la inanidad total en el ámbito internacional. Con un registro meritorio, es la única ex-metrópoli que ha consentido entregar una colonia a otro país que también fue colonia. ¡A ver quien supera eso!

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