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Publicado por
Dalmacio Castro Pérez, vicepresidente de la Asociación Leonesa de Comercio
León

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Los primeros registros de temperaturas que ya rondan los treinta grados nos anuncian el cambio de estación, la llegada del verano, un tiempo que adivinamos cargado, cuando menos, de mucha incertidumbre. Desde el sector del pequeño comercio, el de cercanía y del que dependemos miles de familias, y que nunca nos cansamos de recordar que somos el motor que nutre el nervio de la economía leonesa, abordamos este trimestre con muchas dudas y no pocos miedos tangibles, metidos en el cuerpo.

Desde Aleco nos gustaría dibujar un horizonte halagüeño, avalado por datos si no similares al menos en sintonía con los resultados del ejercicio de 2019, pero es, a todas luces, imposible. El crecimiento en número de empleos y de negocios en León capital nos daba pie a pensar que el esfuerzo y los recursos que aplicamos para restablecer los inmensos daños causados por la burbuja inmobiliaria comenzaban a dar su fruto. En la provincia, sin embargo, ya entonces la caída de las cifras en ambos registros, empleo y nuevos negocios, mostraba a las claras la desatención institucional hacia el mundo rural leonés. No debemos olvidar que vivíamos esos momentos en los que algunos de nuestros célebres dirigentes aún proclamaban que eso del virus era algo sin importancia y pasaría sin pena ni gloria.

Estamos a punto de adentrarnos en el tercer trimestre y los signos evidentes que vemos no nos invitan a tirar cohetes. El primero está aún caliente. El paseo por León, de visita y con las manos en los bolsillos vacios de contenido, de varios miembros del gobierno de España. La de la ministra Nadia Calviño nos ha dejado un tanto confusos. Permítannos que pequemos de desconfiados, pero como la responsable de la cartera de Economía llegó con días de antelación a nuestra capital, cualquier momento de ese fin de semana habría servido para que algún responsable institucional, y quién mejor que el alcalde que nos representa a todos, le explicase qué demandamos los leoneses al ejecutivo que preside Pedro Sánchez. Antes ya Pedro Duque se había pasado por León sin pena ni gloria, y, como es habitual en el cortejo ministerial, ajeno a los problemas de una tierra que reclama un poco de atención.

Queremos, y ya lo hemos dicho en varias ocasiones, porque resulta imprescindible para evitar un naufragio colectivo que sólo en la capital podría suponer la desaparición de más de quinientos negocios en este 2021, que una parte de los fondos aprobados por la Unión Europea para resetear una economía como la nuestra, en situación crítica, se destinen directamente al comercio, a la pequeña y mediana empresa, a esos negocios familiares que echan raíces en la ciudad, generación tras generación. Parecía que el regidor leones estaba castigado por no ser dócil, relegado a un segundo plano, porque hasta la fecha el Ayuntamiento, con los bonos de apoyo que potencian el consumo, ha sido la única institución que ha mostrado signos de preocupación por el futuro de miles de personas que tienen nombres y apellidos.

Esta situación nos hace pensar que algún dictado impuesto, de esos que premian a los incondicionales, trata de frenar cualquier intento de jugar con las cartas boca arriba, aunque resulta fácil de adivinar qué se debe hacer. Las dudas quedaron aclaradas con la actitud pasota del Ministro de Fomento y su plantón al regidor leonés por recordarle a José Luis Ábalos ese listado de promesas que nunca ven la luz, aunque cada cierto tiempo el secretario provincial del socialismo leonés jura y perjura que ya están a punto de caer. Creemos que al Gobierno de España le importa un pimiento la situación tan delicada de una capital y una provincia como la nuestra, y de un sector como es el comercio que se siente huérfano ante quienes tienen que poner soluciones y miran para otro lado.

Ya sabemos lo que hay que hacer. Basta fijarse, con un mínimo de atención, en las medidas adoptadas por otros socios de la unión, como las que puso en marcha la canciller alemana Ángela Merkel, antes incluso de la aprobación de los fondos que deben dar oxígeno a las maltrechas economías europeas. Lo cierto es que hasta ahora ni la administración central ni la autonómica han mostrado el más mínimo interés hacia una reivindicación que puede marcar el futuro sin vuelta atrás de muchos pequeños negocios.

Si los extraños movimientos de una clase política como la nuestra, enredada en sus disputas de cortesanos ociosos, nos hacen reflexionar sobre lo que deberíamos hacer en las próximas citas electorales, las evidencias del desmantelamiento paulatino y sin retorno nos abruman. Ahora que parece que ya han cogido carrera en el vaciado del mundo rural, la terapia de clausuras y punto final se cierne sobre León.

Como a la chita callando, pero sin la más mínima mueca de incomodidad, la banca ha comenzado el cierre sistemático de oficinas aunque desconocemos hasta dónde. Primero los cajeros y ahora el cierre de sucursales nos recuerdan que cada empleo que se elimina y se sustituye por máquinas son personas que salen del circuito económico en el que todos dependemos de todos. Es cierto que esta situación toca a todos los sectores, pero no con la misma intensidad. Las pymes, y en Aleco lo sabemos muy bien, dependemos de forma directa de la sostenibilidad del circuito de consumo porque es lo que nos permite conjugar con eficacia el crecimiento, la innovación, y el ahorro que nos ayuda en la transformación y en la incorporación a las nuevas tecnologías. En el pequeño comercio hemos hecho los deberes y hemos invertido lo necesario para introducir la herramienta digital, como una más en nuestros negocios. Pero tenemos claro un principio que marca la diferencia; el contacto, la cercanía, el dialogo, el afecto, esa fluidez emocional que convierte a los clientes en amigos.

Pero en este capítulo siempre hemos manifestado que estamos en franca desventaja ante esos gigantes de la distribución que venden sin fronteras, y establecen sus domicilios fiscales en países con leyes que facilitan la evasión de miles de millones de euros. Cada euro que sale del circuito oficial es un euro que no se invierte en ciencia, hospitales, infraestructuras, colegios o instalaciones deportivas. Cada vez que se produce un desvío de fondos a esos paraísos fiscales las pequeñas economías, como la nuestra, se resiente porque aunque muchos de los agentes que trabajamos en ella acatamos la legalidad, resulta muy difícil competir cuando buena parte de los recursos que debían fortalecernos desaparecen, más que por arte de magia, por la aplicación de la ingeniería fiscal.

Todos estos elementos y condicionantes que estrangulan nuestra economía ante la inacción de nuestra clase política son los que nos llevan a mirar con miedo y recelo estos próximos meses. Sabemos que muchas familias ansían, y con razón, unas vacaciones con cierta tranquilidad, ahora que la vacunación comienza a surtir efecto. Y es lógico, y está en nuestras manos invertir en nuestro comercio de cercanía ahora, hoy, mañana, de cara a la vuelta al colegio, para evitar que la salida masiva hacia unas merecidas vacaciones convierta a León y a toda la provincia en un desierto.

La responsabilidad también corresponde a unas instituciones que no han sabido abonar el terreno para que León, capital y provincia, deje de ser un lugar de tránsito; quienes nos visitan apenas invierten un día o día y medio en conocer la riqueza de esta tierra. La marca de León dispone de los ingredientes necesarios para atraer un turismo nacional y extranjero que conexione cultura y patrimonio con gastronomía y folclore, todo ello envuelto en un paisaje de una belleza magistral. Pero falla la comunicación. Contamos con una clase política incapaz de poner en valor estos recursos.

La agenda 2050 dibuja un panorama muy negro para León. Tal vez ha llegado el momento en que la sociedad leonesa deje a un lado el maltrato continuado de la clase política y decida cómo quiere encarar el futuro. Pero ahora lo más inmediato es evitar que se agrande más el socavón. Este verano no podemos quedarnos de brazos cruzados.

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