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Si no existiesen las redes sociales, los modernos sistemas de comunicación vía internet, los audios, los videos, Youtube, Tic-tok, Instragram y toda la parafernalia de conexiones sin barreras ni distancias, esa factoría experta en crear ilusiones vanas y banales, en intentar comernos el coco cada día, que funciona en La Moncloa veinticuatro horas sobre veinticuatro, manejada por una corte de paniaguados y dirigida con mano de hierro por Rasputín Redondo, seguramente una masa considerable de ciudadanos hubiesen creído a pies juntillas, que el presidente de los Estados Unidos, que ha assitido estos días a una importante cita en Europa, primero en Reino Unido, con los componentes del G-7 y posteriormente en Bruselas con los miembros de la Otan, había tenido una reunión de altísimo nivel con Pedro Sánchez, este presidente que nos gobierna a base de milongas inéditas y mentiras sin cuento, secundado por una cuadrilla de encubridores de sus artes malabares que son un canto a la improvisación y al despropósito. Carmen Calvo, Adriana Lastra, el comandante Ábalos, Rafael Simancas, Fernández Vara y así hasta completar una legión de correveidiles que colaboran en una misión imposible. En mi anterior cita con esta tribuna que generosamente nos brinda el Diario, daba ya cuenta del pobre papel que viene desempeñando España en los foros internacionales desde hace ya tiempo. Inauguró el desastre el simpar Zapatero de triste recuerdo, con aquella disparatada acción de desprecio a la bandera americana en el desfile del día de las Fuerzas Armadas. Qué le rondaría a este hombre por el caletre aquel día para tamaña felonía y desaire, malhadada hazaña que nunca le han perdonado al otro lado del Atlántico. Lo peor es que la canallada repercute de lleno en el país entero. Rajoy, un inútil de solemnidad, no fue capaz de reparar la infamia de su antecesor, y este mago del espectáculo que tenemos ahora en la Presidencia es claro aspirante a alcanzar el podium del ridículo universal. Los veintinueve segundos que duró el paseíllo, por el amplio hall del edificio de la OTAN en Bruselas, que hemos visionado en todos los cortos que circulan por internet, es el ejemplo palmario de cómo un tipo pelma y cargante se esfuerza en un intento servil de atraer la atención de un señor que camina de frente sin prestarle un ápice de atención. Para rematar el desastre, no podían faltar dos espadas de categoría de este luctuoso Gobierno. La siempre ocurrente Carmen Calvo, que toda ella es sinónimo exacto de la antología del disparate, y esa ministrilla de Asuntos Exteriores, que sigue sin enterarse de la misa a la media de lo que comportan las tareas del Servicio Exterior y la Diplomacia de Estado. Con estas cartas juega España su papel en la esfera internacional. Obviamente no hay que romperse demasiado la cabeza para llegar a la conclusión (fatalmente concluyente), de que el desastre está servido.
Para el Departamento de Estado americano, un pull gigantesco que todo lo observa alrededor del ancho mundo, España lleva ya años siendo un socio incómodo y así nos trata. Las fechorías de Ábalos, dando cobijo a una delincuente internacional, las arengas de Podemos y sus amistades peligrosas, la deriva de Sánchez en Latinoamérica alineándose con enemigos declarados de Estados Unidos y un largo etcétera de calamidades, han situado a nuestro país en el ojo del huracán, no sólo de USA, sino que en Europa, desde Boris Johnson a Macron, pasando por el primer ministro holandés (nuestro azote en Bruselas), y terminando en un campeón como Mario Draghi o la misma Ángela Merkel, todo el mundo empieza a mirarnos de reojo y con manifiesta inquietud. No es excesivo declarar, que Sánchez y su numerosa cuadrilla nos aproximan a un batacazo anunciado.