Proceso sanchista
Con motivo de la concesión de los indultos por parte del caudillo Pedro Sánchez a los sediciosos y malversadores españoles con residencia en Cataluña, que lideraron y protagonizaron la declaración de independencia de aquella región española del resto de España, hemos leído cómo algunos analistas de la actualidad política lo han considerado como el principio de un nuevo procès . Discrepamos de tal apreciación. La decisión del maniquí que preside el Ejecutivo español no ha sido otra que el salto de una nueva valla de lo que realmente es el oculto proceso sanchista: dinamitar el régimen del 78 para volver al 14 de abril de 1931, anhelo de los nietos de quienes perdieron la guerra civil española —los nietos, peores que los abuelos—, cuyos autores intelectuales lo forman una ‘banda’ «no aquella a la que se refería Albert Rivera, sino la que realmente mueve los hilos de la ‘O3R’…, (que) no quieren perder el tiempo y parece que les ha llegado el momento propicio para conseguir su objetivo final —‘saltar la última valla’—». Así se dejó escrito en esta misma tribuna el 16 de octubre de 2020 bajo el título O3R.
Se trata de un proceso de inciertas consecuencias, al que se refirió el 10 de junio de 2020, en sede parlamentaria, el entonces ministro de Justicia, Juan Carlos Campo, al utilizar la expresión «crisis constituyente». Hoy, con un nuevo Gobierno para «dar el gran salto adelante» (el doctor plagio dixit), nos preguntamos: ¿Qué quiso decir Juan Carlos Campo, cuando afirmó que «vivimos una crisis constituyente»?
No es fácil interpretar, a veces, determinadas manifestaciones realizadas por los políticos. Sin embargo, en aquella ocasión, el Ministro de Justicia se refería a la existencia de un plan de revisionismo del vigente orden normativo —de la Ley a la Ley— que condujera, de forma clandestina, a desmontar el actual régimen social, liberal y democrático surgido de la Constitución monárquica del 78, para reemplazarlo por otro socialcomunista, antidemocrático y totalitario, amparado por una Constitución republicana y restrictiva en derechos y libertades de los ciudadanos ibéricos —españoles estaría proscrito—, asegurándose así «la extinción de la alternancia y el dominio perpetuo de medio país sobre el otro medio. El totalitarismo consiste exactamente en eso» (I. Camacho). «Si combinamos la tenebrosa Ley de Seguridad Nacional con la Ley de Memoria Histórica y Democrática y algo de la Ley Montero Queer o la Ley Orgánica de Garantía de la Libertad Sexual el resultado puede ser enormemente peligroso para cualquier ciudadano. Estamos ante el corpus legal de un nuevo régimen que cambia los derechos y libertades contemplados en la Constitución… Por eso es urgente que este Gobierno liberticida no haga más leyes. Por eso hay que hacer todo lo posible por denunciar con una sola voz pero a los cuatro vientos, españoles y europeos, el peligro que supone el Gobierno de Sánchez… Hay una brecha en nuestra democracia, la mayor que hemos vivido. La han abierto los menos preparados de nuestra historia política, auténticos mequetrefes que se han colado en el sistema por un evidente fallo de control democrático. Pero son capaces de todo y lo han demostrado» (J. Somalo).
Los cabecillas de ‘la banda’, socialistas radicales y antimonárquicos fanatizados, ideólogos del proceso sanchista e impulsores del nuevo Gobierno, que nunca aceptaron la reconciliación, quieren acelerar el proceso para alcanzar su objetivo: ‘saltar la última valla’ -transformar la Monarquía parlamentaria en una República presidencialista-.
Al procès lo han convertido en otro elemento, necesario, del proceso sanchista. Su culminación, ‘otra valla’ a saltar en el camino. Lo ha escrito con meridiana claridad José Alejandro Vara: «La voladura del Estado de Derecho en aras de la ‘pacificación’ entra en una etapa decisiva. José Luis Rodríguez Zapatero dirige las operaciones. La famosa mesa entre el Gobierno central y la Generalitat es un trampantojo para aliviar tensiones, justificar dilaciones y espantar crisis. Por el lado oficial, habrá fotos, declaraciones, entrevistas, idílicos paseíllos…, poses, sonrisas y poco más. Lo importante se cuece en otra parte, donde no llegan los micros, ni las cámaras, ni las voces… Y donde Sánchez tan sólo aparece al fondo del retablo como una figura de hierática sonrisa y quijada de pedernal, al que se mantiene informado y, esporádicamente, quizás se le consulte. Más bien poco. Todo lo lleva Zapatero in person… Ya hace tiempo que Zapatero brujulea por los oscuros despachos y conversa con los tenebrosos personajes donde se elucubra sobre la futura ‘república catalana’… Para sacar adelante su empeño, Zapatero ha recurrido ahora a un viejo amigo, amén de colaborador imprescindible en los viejos tiempos del acuerdo con ETA. Cándido Conde Pumpido, magistrado del Tribunal Constitucional, orienta, aconseja y hasta ilumina a ZP en esta aventura, de acuerdo con fuentes socialistas… Ya ha diseñado Zapatero su croquis y puesto en marcha sus planes. El indulto era condición previa a cualquier movimiento ulterior. Todo lo demás está por venir… El Supremo ha quedado bloqueado y catatónico tras los indultos. Más adelante será humillado y vilipendiado en la Corte de Estrasburgo. Una piedra angular del edificio de nuestra Justicia, al tacho de la basura. Será por eso imprescindible controlar el TC… Llegado el momento de la verdad, cuando deba darse el paso decisivo, Pumpido quizás ya haya alcanzado su sueño de presidir el Constitucional, lo que permitirá consumar la operación catalana sin mayores contratiempos. Referéndum y autodeterminación. Las togas volverán a tiznarse con el lodo del camino. Y tras el Supremo, otro pilar de la Justicia, el TC, a la escombrera».
La ‘banda’ no descansa, marca el camino y hasta cambia Ministros.