Hispanoamérica: al borde del barranco
«Un fantasma recorre Europa» proclamaba en su primera frase el infausto Manifiesto que arrastró al proletariado europeo a una vorágine destructiva que acabaría devastando la mayor parte del continente un siglo más tarde. Se refería, claro está, al impulso de la ideología comunista en la segunda mitad del siglo XIX. Ese impulso condenó a la desdichada Rusia, y a sus satélites este-europeos a cincuenta años de dictadura sanguinaria y de arruinamiento colectivo. Y provocó, por contrapeso, las tiranías nazifascistas que descalabraron Europa en el siglo XX. Aún sobrevive la chinesca que amenaza en el siglo XXI con tragarse al planeta entero. Con éxito más que indiscutible si observamos lo que está pasando en América Latina.
El carcinoma del comunismo, disfrazado de peronismo, chavismo, castrismo o indegenismo, está a punto de devorar otra pieza en el tablero de Hispanoamérica. Asombroso que 20 años después del colapso de la Unión Soviética y la Europa Oriental y sus tétricos regímenes que aterrorizaron, esclavizaron y arruinaron a dos generaciones de sus ciudadanos, los tizones del marxismo leninismo aun puedan brillar en este desdichado subcontinente de hechura hispánica.
De aquellas, las desdichada Cuba parecía abocada a una breve orfandad como sucedió felizmente con los países este-europeos sojuzgados por el plántígrado soviético. Pero en 1990, en el Foro de Sao Paulo, se tejió una telaraña que ha acabado por atrapar, 30 años después, a casi todos los países de Latinoámerica. Un general en Venezuela con ínfulas de caudillo y con los ingresos del petróleo a su servicio, se encargó de extender el cáncer por todo el continente. Los jalones de su ascenso al poder son conocidos: Luiz Inácio da Silva del Partido de los Trabajadores en 2002 en Brasil, Tabaré Vázquez del Frente Amplio en Uruguay en 2004, Evo Morales por el Movimiento al Socialismo en Bolivia en 2005, Michelle Bachelet del Partido Socialista de Chile en 2006, Rafael Correa por Alianza País en Ecuador en 2006, Daniel Ortega por el Frente Sandinista de Liberación Nacional de Nicaragua en 2006, Fernando Lugo por la Alianza Patriótica para el Cambio (hoy Frente Guasú) en Paraguay en 2008, José Mujica por el Frente Amplio en Uruguay en 2009, Mauricio Funes del Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional de El Salvador en 2009, Dilma Rousseff por el Partido de los Trabajadores de Brasil en 2010, Ollanta Humala por el Partido Nacionalista Peruano en 2011, Nicolás Maduro del Partido Socialista Unido de Venezuela en 2013. López Obrador, en Méjico en 2018 y Pedro Castillo en Perú en 2021.
Esta cadena de triunfos no han sido obra solo de los dólares del petróleo de Caracas, y la maquinaria de agit-prop de La Habana, sino también del apoyo de Pekín y su socio de Moscú
Ya todo el subcontinente es un escenario ocupado por líderes populistas con mensajes filocomunistas que llevan camino de arruinarlo definitivamente. Esta cadena de triunfos no han sido obra solo de los dólares del petróleo de Caracas, y la maquinaria de agit-prop de La Habana, sino también del apoyo de Pekín y su socio de Moscú y la negligencia y el abandono de los EE UU y Europa y naturalmente de España.
Hay que reconocer, no obstante, que han sido los abusos de la derecha los causantes en parte de este desenlace. Sin la corrupción de Andrés Pérez, el mentor de Felipe González, no hubiera emergido la siniestra figura del general Chávez.
Sin la pudridera del Sr Menen, los Kirchner no hubieran ascendido a la Casa Rosada. Sin los desmanes de los Salinas y compañía, Méjico no estaría bajo el mando de López Obrador. Y algo parecido en el resto de los países de esta área. La política es pendular y los excesos en un lado se corrigen con excesos en el otro.
Y así están las cosas, el futuro de toda esta parte del mundo, de herencia hispana, se nos presenta más que tenebroso por más que los mariachis de la progresía lo vendan como un triunfo del pueblo. Hispanoamérica, con este panorama, no tardará en ser superada en por África, y ganará el membrete del continente más pobre del planeta. La mano de Pekín es más que evidente y cuando su acción se consolide, la hegemonía de China será incontestable.
Los que en Madrid han renunciado al papel de España en el mundo serán responsables de que esa región que incorporamos al mundo los españoles se convierta en el lastre más lastimoso del planeta y un alfil en el bando del Gobierno de Pekín.
Y como ya nos sucedió en Filipinas, nada nos extrañaría que hasta la propia lengua de la que tanto presumimos sea extirpada de esos lares. Ojalá que lo que empieza a emerger en Cuba sea el cambio de viento que altere el sentido de la veleta.